Medellín es una ciudad enclavada en un valle rodeado de montañas de eterno verdor. Ahí huele a ruta exóticas y a café recién hecho. En esta ciudad colombiana se ubica Moravia un lugar que renació y se reinventó para mostrar lo mejor de su cultura y arte. Después de ser el basurero de la ciudad, hoy es un lugar repleto de flores y murales artísticos y es una parada obligada para todo aquél que visita Medellín.
La historia de Medellín no estaría completa sin el morro de Moravia y su proyecto de vida y flores. Sus habitantes, principalmente las mujeres, lo han convertido en un lugar limpio, productivo y hermoso. Hasta ahí se puede llegar en bicicleta desde el Edificio N, uno de los más modernos de la ciudad y que es un ejemplo de las construcciones verdes, pues está repleto de jardines colgantes.
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Qué hacer en Moravia
Moravia está en el departamento de Antioquia, inmerso en un valle rodeado de montañas que fascinan con su verdor y así permanece durante todo el año pues no hay estaciones y también se le llama la ciudad de la eterna primavera, y al igual que Medellín, la ciudad es naranja porque todas las casas están construidas con tabique y ladrillo. Las noches son siempre de luna y de día, los cielos son limpios y tan azules como el mar.
Se puede llegar en bicicleta desde el edificio Ruta N, una construcción ecológica donde se encuentra Encicla, la primera estación de bicicletas de Medellín que pretende fomentar el uso de éstas como medio de transporte y el préstamo es gratuito, solo basta dejar una identificación para poder acceder a las bicicletas y comenzar el recorrido que además es guiado para conocer más sobre sus construcciones y sitios históricos.
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El centro de Moravia está ubicado al final de la avenida Carabobo y forma parte del antiguo basurero municipal que cerró sus puertas en 1984. Durante 35 años, más de 1.5 millones de toneladas de basura se concentraron en este lugar y se formó un morro o montaña de 50 metros de altura donde también se asentaron unas dos mil familias provenientes de todos los sectores del país. Pero hoy es un punto imperdible en esta ciudad colombiana.
Durante el recorrido por las principales calles de la ciudad hay que hacer una parada pues el camino huele a fruta fresca por la cantidad de puestos que venden mango verde con chile y salpicón: una especie de coctel donde se mezclan sabores exóticos y que es muy popular aquí, se prepara con hielo, plátano macho maduro, mamoncillos, uvas, papaya, coroso –una especie de nuez- y otros frutos tropicales, y que es necesario probar.
El antiguo morro de basura ahora es una montaña de colores, salpicada de flores como bromelias, buganvilias, orquídeas y muchas otras, desde lo alto se pueden ver los murales que forman parte de una galería a cielo abierto, pero esta metamorfosis se logró gracias a un proceso de recuperación ambiental y biorremediación y, finalmente, se creó el corredor del arte y la memoria que recuerda la esperanza y unidad de sus habitantes. Desde ahí se puede ver una panorámica de todo Medellín.
A este lugar han llegado personas de todos los rincones de Antioquia y de Colombia y por eso su diversidad cultural es su gran fortaleza, es un puerto donde hay gente que ha venido desde la región de Riohacha hasta personas del Vichada, negros, blancos y mestizos. Así, no sólo se encuentra lo rural con lo urbano, también dialogan las diversas regiones del país: desde el Caribe hasta el Chocó.
Frente a Cuatro Bocas está el Centro de Desarrollo Cultural, un lugar para el encuentro, la educación, el disfrute y la formación cultural y artística de sus habitantes y que ha jugado un papel vital en la transformación del barrio. El centro es único a nivel mundial porque trabaja siempre en beneficio de las comunidades y es gratuito. Al final del recorrido hay que ir al centro de Medellín para disfrutar de un buen café colombiano y de los platillos típicos como la bandeja paisa.