En la costa sur de Michoacán, entre montañas, selva y el profundo azul del océano, se esconde Maruata, una playa virgen que parece detenida en el tiempo. Este destino, alejado del bullicio y de los grandes resorts, se ha convertido en un refugio perfecto para quienes buscan descansar, reconectarse con la naturaleza y disfrutar del mar en su estado más puro.
A diferencia de otros sitios turísticos del Pacífico, aquí no hay ruido ni multitudes, solo el sonido de las olas rompiendo contra las formaciones rocosas y el canto de las aves que sobrevuelan la costa. Las arenas doradas se mezclan con la vegetación tropical, mientras el viento marino da una sensación de libertad difícil de encontrar en otros destinos.
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Llegar a Maruata ya es una aventura en sí misma. Desde Lázaro Cárdenas, el camino serpentea entre montañas y selvas, hasta llegar a un pequeño poblado costero donde la vida transcurre lentamente. El paisaje es un espectáculo natural que invita a caminar descalzo, mirar el horizonte y dejarse envolver por la calma.
Quienes llegan por primera vez quedan maravillados al ver cómo el mar se funde con pequeñas lagunas de agua dulce, donde conviven garzas, pelícanos y flamencos. Es un ecosistema único, ideal para los amantes de la fotografía y la observación de fauna.
¿Cómo es playa Maruata?
Maruata conserva su esencia gracias a la sencillez de su comunidad. No hay grandes hoteles ni restaurantes de lujo, sino cabañas rústicas y zonas de campamento junto al mar, administradas por familias locales que ofrecen comida casera y espacios cómodos para descansar. Dormir bajo las estrellas, con el sonido de las olas de fondo, es una experiencia inolvidable para cualquier viajero.
Durante el día, los visitantes pueden disfrutar de las tres bahías que conforman Maruata. Algunas son tranquilas, perfectas para nadar o remar, mientras que otras muestran la fuerza del Pacífico con olas imponentes que atraen a surfistas experimentados. Las formaciones rocosas crean rincones naturales conocidos como “jacuzzis”, donde el agua se acumula en pequeñas pozas cálidas ideales para relajarse.
Si el hambre aparece, las cocineras locales preparan platillos frescos con el auténtico sabor de la costa, huachinango frito, camarones al gusto o langosta a las brasas, siempre acompañados de la hospitalidad michoacana.
Naturaleza viva y tradiciones que perduran
Uno de los mayores tesoros de Maruata es su papel en la conservación de las tortugas marinas. Cada año, cientos de tortugas negras, golfinas y laúd llegan a desovar en sus playas, mientras los habitantes y biólogos trabajan juntos para proteger sus nidos y liberar a las crías al mar. Participar en esta experiencia es una de las actividades más emocionantes y educativas que ofrece el lugar.
El entorno también invita a explorar. Desde la playa principal, es posible realizar caminatas hasta el mirador natural donde se alza el famoso “Dedo de Dios”, una enorme roca que emerge del mar con forma de mano apuntando al cielo, símbolo icónico de Maruata. Al caer la tarde, los atardeceres se tiñen de tonos dorados y rosados, y el cielo nocturno, libre de contaminación lumínica, se convierte en un manto de estrellas que parece tocarse con la mano.
El alma tranquila de Michoacán
Maruata no es un destino para quienes buscan fiestas o vida nocturna. Es un lugar para reconectar con lo esencial, para disfrutar de la sencillez y de la compañía del mar. Su ambiente relajado, su belleza indomable y la calidez de su gente la convierten en una joya del Pacífico mexicano, ideal para vacaciones sin prisas ni multitudes.
Quienes la visitan una vez, suelen regresar. Porque en Maruata, cada amanecer y cada ola recuerdan que la naturaleza todavía guarda rincones donde el tiempo se detiene, y donde la paz se siente tan inmensa como el horizonte