México no solo figura entre los países más visitados del mundo, también avanza en un cambio de modelo turístico enfocado en la sostenibilidad. Lejos de los destinos tradicionales diversos territorios del país apuestan por un turismo que protege la biodiversidad, fortalece a las comunidades locales y conserva el patrimonio cultural.
Especialistas del informe International Tourism Highlights coinciden en que el futuro del sector turístico no depende únicamente del volumen de visitantes, sino de cómo se gestiona el territorio y se distribuyen los beneficios económicos.
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La nueva política turística federal busca posicionar a México entre las cinco principales potencias turísticas del mundo mediante un modelo sustentable, inclusivo y territorialmente equilibrado, que conviva con el turismo tradicional impulsado por grandes empresas y mipymes. Según datos oficiales, las micro, pequeñas y medianas empresas representan el 99.8% de las unidades económicas del país y más del 70% del empleo nacional, siendo el turismo uno de los sectores con mayor crecimiento laboral entre 2004 y 2024.
“El país está evolucionando desde un modelo turístico tradicional hacia una visión integral de turismo sustentable”, señala Manuel Miroglio, profesor-investigador de la Universidad Tecnológica de León.
Este viraje, explica, no está siendo encabezado por los grandes desarrollos turísticos, sino por regiones que han protegido su biodiversidad y donde las comunidades indígenas tienen un papel central.
Destinos sustentables en México
Entre los principales referentes del turismo sustentable en México destacan territorios donde la conservación ambiental y la gobernanza comunitaria son ejes centrales.
Los Pueblos Mancomunados de Oaxaca, integrados por ocho comunidades zapotecas de la Sierra Norte, son considerados por Miroglio como “un modelo exitoso de turismo comunitario sustentable”. Estas comunidades protegen 29 mil hectáreas de bosque, monitorean fauna silvestre y restauran ecosistemas degradados a través de la empresa comunitaria Expediciones Sierra Norte, fundada en 1994.
Otro caso emblemático es Tepoztlán, Morelos, donde la organización comunitaria logró frenar megadesarrollos turísticos en décadas pasadas.
En el sureste del país, la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an, en Quintana Roo, Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1987, demuestra que conservación y desarrollo pueden ir de la mano. “Es como sería Cancún sin la masificación”, compara Osuna Flores. Cooperativas comunitarias en Punta Allen y Muyil operan actividades de observación de fauna y recorridos culturales.
La Reserva de la Biosfera Sierra Gorda, en Querétaro, es otro referente. Impulsada desde 1987 por el Grupo Ecológico Sierra Gorda, liderado por Martha “Pati” Ruiz Corzo —Premio Ambiental Goldman 2001—, protege 383 mil hectáreas y opera una red de centros ecoturísticos comunitarios que generan ingresos directos a las familias conservadoras del bosque.
El turismo sustentable promueve experiencias responsables como senderismo comunitario, observación de aves, snorkel en arrecifes protegidos o recorridos guiados por habitantes locales. Además, fomenta decisiones conscientes: elegir operadores certificados, consumir local y respetar la flora y fauna.