¿Sabías que cada vez que alguien dice "chocolate" está usando una palabra con raíces prehispánicas? Viene del náhuatl xocoatl, y sí, suena tan sabroso como lo que representa. Ahora, si hablamos de lugares chocolateros, Tabasco se lleva el premio. Es como si el cacao hubiera elegido ese rincón para quedarse a vivir. Hoy te queremos llevar, aunque sea con palabras, a una tierra que huele a cacao recién tostado y sabe a historia en cada bocado.
Tabasco es un lugar donde los ríos se cruzan por todos lados y los pueblos viven pegados al agua. Entre tanta humedad y verde intenso, el cacao crece feliz, como si supiera que ahí nació para ser leyenda. Pero no es solo cacao: esta zona también se mueve por su herencia olmeca, selvas llenas de vida y un ritmo característico. Si te animas a visitarlo, hasta puedes terminar navegando en un cayuco miniatura mientras muerdes una cabeza olmeca... hecha de chocolate, claro.
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El cacao tiene más pasado que muchas ciudades. Los antiguos olmecas, mayas y mexicas lo preparaban a su manera: como bebida densa, con chile, vainilla o miel. Pero no era solo para el antojo: también era medicina, parte de rituales y hasta moneda. Hay pruebas arqueológicas que muestran que su uso empezó por ahí del 1900 a. C. Desde entonces, ha sido símbolo de energía, de lujo, y de conexión con la tierra.
Para vivirlo de verdad, lo mejor es ir directo a las fincas cacaoteras en Comalcalco. Lugares como Hacienda La Luz o Finca Cholula tienen recorridos donde puedes ver, oler, tocar y probar todo lo que rodea al cacao. En Villahermosa, además, hay mercados llenos de sabor, chocolaterías que trabajan con métodos tradicionales y bebidas locales como el chorote. Las tiendas familiares también forman parte del universo que rodea al chocolate tabasqueño.
Rutas del cacao en Tabasco
En Tabasco el cacao está por todas partes. No es solo para postres, es parte de la historia, de la gente y hasta de las fiestas. Cada año arman el Festival del Chocolate, donde productores, chefs y curiosos se reúnen a celebrar todo lo que puede salir de este fruto. Desde bebidas espesas hasta esculturas comestibles.
Hay fincas que abren sus puertas para que veas todo el proceso, desde el árbol hasta la barra de chocolate. En lugares como La Luz o Jesús María, puedes caminar entre plantas de cacao, aprender cómo se fermenta el grano y hasta preparar tu propia mezcla. Lo mejor es que muchas veces te guía gente que creció entre cacaoteros y sabe bien qué hacer con cada una. Ahí no te hablan con tecnicismos: te lo explican con sabor.
Más que un paseo, es una forma de meterte en una tradición que sigue viva. El cacao no está guardado en vitrinas ni en empaques brillantes; está en la tierra, en las manos de quienes lo trabajan y en cada sorbo que te calienta el alma. Si te gustan los lugares que tienen historia, sabor y preparaciones auténticas, Tabasco te espera.