Los últimos días han sido un verdadero desafío para quienes vivimos en la Ciudad de México y otras partes del país. El calor no deja de subir, y sin un buen ventilador o algo frío para tomar, todo se vuelve más pesado. Pero si estás buscando una ESCAPADA diferente, con sombra natural, agua fresca y paisajes increíbles, hay un lugar que no te puedes perder: las Cascadas de Ahuehuetla, en Puebla. Y lo mejor es que están a menos de tres horas de la CDMX.
Ubicadas en el municipio de Huehuetlán el Grande, estas cascadas están rodeadas de árboles enormes, pozas cristalinas color turquesa y senderos que parecen llevarte a un mundo fantástico. El salto de agua principal puede llegar a más de 10 metros de altura dependiendo de la temporada. Muy cerca está El Aguacate, un sitio con aguas termales, toboganes, tirolesas y varios puestos con comida típica que te van a hacer difícil querer regresar a casa. La entrada general está en $50 por persona.
El camino desde la CDMX es bastante sencillo. Solo hay que tomar la autopista México-Puebla (150D) desde Calzada Ignacio Zaragoza, seguir en dirección a Atlixco, y luego enlazar con otras rutas como el Periférico Ecológico y la carretera a San Andrés Azumiatla. Son unos 175 km en total, con peajes que suman $216 y un gasto estimado en gasolina de $340. El viaje vale cada minuto, sobre todo cuando sabes que al final te esperan paisajes naturales y pozas perfectas para refrescarte.
Al llegar a la parte de terracería, ya cerca de las cascadas, hay un par de estacionamientos disponibles. El más cercano cuesta $100 y te ahorra unos 10 minutos de caminata en comparación con el de $50. Desde ahí, prepárate para una caminata de unos 40 minutos hasta la cascada principal. Si te animas a llegar al nacimiento del río, solo tienes que seguir 1.5 km más. Lleva zapatos cómodos y suficiente agua.
¿Qué hacer en las Cascadas de Ahuehuetla?
Después de la caminata, nada mejor que lanzarse a una de las pozas para quitarse el calor y recargar energías. Hay varias opciones: desde las más pequeñas y poco profundas, perfectas si prefieres solo mojarte los pies, hasta las dos más grandes, donde puedes nadar con más libertad.
La temperatura del agua es una delicia, súper fresca y perfecta para los días soleados. Las pozas parecen hechas a mano, con tonos que van del azul turquesa al verde esmeralda. Es difícil resistirse a tomar fotos desde todos los ángulos, porque cada rincón tiene algo especial. Eso sin contar el sonido del agua cayendo, que te relajará demasiado.
Y si decides quedarte un rato más, puedes armar un picnic con vista a la naturaleza. Lleva tus propios alimentos o déjate tentar por los antojitos que venden. No hay hoteles cerca, pero puedes acampar sin problema, pero eso sí, lleva tu tienda y lo necesario para pasar la noche. Es una zona tranquila y segura, maravillosa para desconectarte un rato del ruido de la ciudad.
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