En el corazón seco de Coahuila, se encuentra un paraíso natural que parece salido de otro planeta: las impresionantes Dunas de Yeso ubicadas en Cuatro Ciénegas. Este increíble escenario de arena blanca sorprende no solo por su apariencia, sino también por su origen, que lo convierte en un lugar único a nivel mundial.
Con una extensión que supera las 800 hectáreas, se trata del segundo sitio más extenso de estas características en todo el continente americano. A diferencia de los desiertos comunes, donde los granos suelen estar hechos de sílice, aquí el suelo está formado por cristales de sulfato de calcio con agua, lo que lo vuelve aún más especial.
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Gracias a esta particular composición, la arena refleja una tonalidad blanca intensa y posee una consistencia tan delicada que se puede andar sin calzado sin temor a que el calor del sol la vuelva insoportable. Su creación se remonta a millones de años, cuando esta zona formaba parte del antiguo mar de Tetis.
Con el paso del tiempo, el agua se evaporó y dejó depósitos de yeso que, lentamente, fueron esculpidos por la acción del viento y otros factores naturales. El resultado, un terreno de formas curiosas que recuerda a paisajes extraterrestres, como si se caminara por la superficie de la Luna o Marte.
Un ecosistema blanco lleno de vida
Aunque a primera impresión luce como un paraje vacío, este paraíso de arena clara esconde una riqueza natural inesperada. En su vegetación sobresalen ejemplares únicos como la dalia de yeso y la rasposilla, plantas que han desarrollado mecanismos para sobrevivir al clima extremo del área. También habitan especies que requieren atención, como víboras de cascabel, roedores propios del desierto y pequeños zorros.
Uno de los atractivos más populares lleva por nombre “El Castillo”, una elevación arenosa de 12 metros de alto que se encuentra resguardada por un cerco, con el fin de evitar daños provocados por los visitantes. Desde su cima, el paisaje impacta: una sucesión de lomas blancas que relucen como si estuvieran cubiertas por escarcha.
De día y de noche, un espectáculo sin igual
Cuando el sol está en su punto más alto, los granos de arena emiten reflejos que parecen fundirse con el intenso azul del firmamento. Al caer la noche, la escena no pierde su encanto, el yeso resplandece bajo la luz de las estrellas, generando una sensación única que queda grabada en la memoria. Es un sitio ideal para quienes anhelan reencontrarse con el entorno natural, alejados del ritmo acelerado de la vida urbana.
Recorrer las Dunas de Yeso va mucho más allá de una simple caminata, es una vivencia que despierta los sentidos, donde se puede sentir la antigüedad del planeta bajo los pies y observar el cielo con una perspectiva renovada. Un rincón poco conocido que definitivamente vale la pena descubrir.