Uno de los mayores atractivos de cada destino mexicano es que no solo cuentan con maravillas naturales, sino también con miles de opciones gastronómicas y de actividades con las que podrás conocer más sobre la ciudad, costumbres y tradiciones, todo a través del trabajo o platillo realizado por los habitantes de cada sitio. Y es que no es de extrañar, que la alfarería sea una de las actividades más reconocidas en ciertas partes del país.
Lugares en los que encontrarás una larga lista de productos realizados con barro y otros materiales, que demuestran la tradición y trabajo que se ha pasado de generación en generación. Ejemplo de esto es Huasca de Ocampo en el estado de Hidalgo. Pueblo Mágico que destaca por sus increíbles paisajes naturales, lugares históricos, hermosas vistas, calles empedradas, paseos románticos, haciendas coloniales, lugares mágicos, donde se combinan lo hecho por el hombre y la obra de la naturaleza.
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Huasca de Ocampo
Huasca de Ocampo fue el primer Pueblo Mágico en ser declarado, se ubica en el estado de Hidalgo a poco más de tres horas de la CDMX. Es famoso por sus Prismas Basálticos, el Museo de los duendes, ex haciendas que puedes recorrer, cabañas en el bosque, entre otros atractivos. Una de las paradas obligatorias cuando te encuentres en Huasca, son los talleres de alfarería donde podrás comprar vajillas, jarras, salseras y botaneras de barro, ya que es una de las comunidades que cuenta con más talleres artesanales, gracias a su tradición milenaria.
Los talleres alfareros
Los artesanos de este poblado destacan por las piezas de alfarería colorada, como platones, jarritos y ollas típicas de la región. Visitar como mínimo uno de ellos, te hará conocer más sobre la historia y proceso de este material. Deberás dirigirte al corredor de los talleres artesanales en la Plaza Principal, caminando hacia la calle Morelos, donde encontrarás más de 20 talleres.
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Cada uno de estos lugares llevan varias décadas dedicados a la elaboración de esta artesanía y seguido de varias generaciones, la experiencia habla por sí sola, son populares entre sus lugareños y algunos espacios se especializan, por ejemplo, en jarros cafeteros, otros en loza de barro, etc. En cada taller puede variar el trazo, el corte, tamaños, diseños y el estilo de pintura, lo que hace de cada taller único, pues también habla de la historia como familia, sus tradiciones, el arte para crear un sustento económico y una profesión.
Proceso de elaboración del barro
En primer lugar, la arcilla es preparada para su extracción y preparación, una vez realizado este proceso, se mezcla con agua moviendo constantemente el recipiente, después se vierte el barro a una pila pasándola por un tamiz que es donde quedará totalmente limpio para después trabajar con él y se deja ahí hasta que se seque. Una vez ya no tenga agua se guarda en un sitio fresco y muy bien tapado con plásticos para que resista varios meses.
Posteriormente pasa por una amasadora para quitar las posibles burbujas, después se recomienda amasar con las manos para que quede mejor, y de ahí se van cortando trozos de barro dependiendo del tamaño de la pieza a elaborar. Se coloca en una pella, que es un instrumento que da vueltas, y con las manos se va formando la pieza, una vez terminado, se deja secar, se lija y se mete al horno a unos 1,060 C°.
Por último, se agrega un esmalte blanco a las piezas, antes de pintar se les rapa la base para que no se peguen en el horno y se quitan las posibles rebabas, y ahora sí, que la imaginación vuele con la pintura. Una vez terminado, se vuelven a meter al horno y ¡LISTO!