En el corazón del altiplano potosino, a más de 2.700 metros sobre el nivel del mar, se levanta Real de Catorce, un pueblo que parece detenido en el tiempo. Sus calles empedradas, las ruinas mineras y la energía que se siente al recorrerlo lo han convertido en uno de los lugares más cautivadores de México. Según la Inteligencia Artificial, es el Pueblo Mágico más bonito para visitar en otoño, y las razones sobran.
Durante siglos fue un pueblo minero próspero, repleto de plata y leyendas. Hoy conserva su esencia colonial y un aire de misterio que seduce a viajeros, fotógrafos y devotos por igual. Entrar a Real de Catorce no es cualquier cosa: el acceso se realiza por el Túnel de Ogarrio, una obra de piedra de más de 120 años y 2.3 kilómetros de longitud que atraviesa la montaña como si fuera una puerta al pasado.
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En cuanto se sale del túnel, el visitante se encuentra con un escenario cinematográfico, callejones de piedra, casas antiguas y un silencio que solo rompen las pisadas de los caballos. Es, literalmente, un viaje a otra época, donde cada rincón cuenta una historia y cada vista parece una pintura.
Pero en octubre, Real de Catorce cambia de ritmo. El clima templado y los cielos despejados crean el ambiente ideal para caminar o tomar las icónicas Willys, los jeeps antiguos que recorren los cerros y el desierto de Wirikuta. La luz del otoño convierte el paisaje en un espectáculo dorado, perfecto para fotos y momentos de calma.
Fiestas, fe y leyendas en cada esquina
El corazón de octubre late con las Fiestas Patronales de San Francisco de Asís, conocidas por los locales como las del Charrito Milagroso. Del 28 de septiembre al 12 de octubre, miles de peregrinos llenan las calles del pueblo con danzas, altares y procesiones que combinan la devoción con la alegría popular.
Dicen que, durante esas noches, el santo recorre el pueblo ayudando a quien lo necesita. Esta leyenda, profundamente arraigada, refuerza el carácter místico del lugar. Y mientras las luces se apagan y suenan los cantos, Real de Catorce se convierte en un escenario de fe viva que pocos lugares logran igualar.
Además, el ambiente del pueblo se funde con la cercanía del Día de Muertos, cuando los altares y las flores de cempasúchil empiezan a aparecer. Octubre es, sin duda, el mes donde la espiritualidad y la tradición se entrelazan.
Aventuras entre desierto y silencio
Más allá del fervor religioso, el pueblo ofrece experiencias únicas. Los paseos a caballo llevan hasta el Pueblo Fantasma, un antiguo conjunto de ruinas mineras que, al atardecer, se iluminan con una luz dorada inigualable. Para quienes buscan una conexión más profunda, el Cerro del Quemado es parada obligada: un sitio sagrado para los pueblos wixárikas donde, según su cosmovisión, nace el sol.
También hay espacio para la adrenalina. En los últimos años, se incorporaron actividades como la tirolesa “Águila Real” y el mirador de cristal, desde donde se pueden observar los acantilados del pueblo con una vista que corta la respiración. La combinación de historia, espiritualidad y paisaje convierte a Real de Catorce en una experiencia que trasciende lo turístico. No se trata solo de visitar un Pueblo Mágico, sino de sumergirse en un territorio vivo, lleno de símbolos, tradiciones y belleza natural.