“Un niño de 4 años camina por los pasillos de un museo, maravillado por las formas y colores inusuales que lo rodean. Sin medir su fuerza, tira ligeramente de un jarrón, provocando que este se caiga”. Aunque la escena podría parecer trivial, el jarrón tenía nada menos que 3,500 años de antigüedad. Este incidente ocurrió en el Museo Hecht, un museo arqueológico en Haifa, Israel, y el jarrón databa de la Edad de Bronce.
De acuerdo con el padre del niño, la curiosidad infantil llevó a su hijo a intentar ver el interior del jarrón. Este accidente se vio agravado por la política del museo de exhibir ciertos artefactos sin protección, en honor a su fundador, quien prefería que los objetos estuvieran al alcance del público. La cuestión que surge es: ¿deberán los padres asumir los costos por este incidente?
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¿Quién fundó el Museo Hecht?
El Museo Hecht, oficialmente conocido como el Museo Reuben y Edith Hecht, fue fundado en 1984 por Reuben Hecht, quien fue director de Dagon Silos y miembro de la Universidad de Haifa. El museo comenzó con la colección personal de piezas arqueológicas de Hecht, principalmente encontradas en Israel.
La colección del museo abarca desde la Edad del Cobre hasta el periodo bizantino. Entre los objetos más antiguos se encontraba un jarrón de la Edad de Bronce, que se utilizaba en la antigüedad para almacenar líquidos. Este jarrón es uno de los pocos que se han hallado en estado completo.
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De acuerdo con un comunicado de CNN y declaraciones a Ynet, uno de los principales medios de Israel, la directora del museo, Inbal Rivlin, ha asegurado que, para tranquilidad de los padres, no se cobrará ninguna multa. Además, Rivlin invitó al niño y a sus padres a regresar para una visita privada. La directora destacó que el museo es un lugar dinámico y accesible para las familias, y que incidentes como este pueden ocurrir.
Además, la directora aclaró que el jarrón será reparado y reubicado en su lugar original, y ya se ha contactado a restauradores expertos para llevar a cabo el trabajo. En muchas culturas, cuando un objeto se rompe, no se considera perdido; al ser restaurado, en lugar de perder su valor histórico, adquiere uno nuevo. Es probable que este jarrón, conocido ahora como “el que rompió un pequeño travieso”, sea un ejemplo de cómo una pieza puede ganar un nuevo significado a través de su restauración.