Mañanas de aventura, largas tardes de relajación y noches recuperadoras, animadas por el cautivador concierto de sonidos selváticos que envuelve a esta parte del mapa apenas intervenida por el turismo: un viaje a la rivera del río Celeste, en la parte norte de Costa Rica, deja en claro por qué los viajes dedicados a fundirnos en la naturaleza han dominado las preferencias de los viajeros después la pandemia, y explica cómo la nación centroamericana se ha convertido en uno de los destinos de referencia en cuanto a sostenibilidad turística.
Resguardado por 30 hectáreas de selva húmeda, designadas como la Reserva Natural Tapir, y a un costado del Parque Nacional Volcán Tenorio que se extiende a lo largo de 12 mil hectáreas –y es el tercero más visitado en el país–, Rio Celeste Hideaway, el único albergue con acceso directo al caudal, es la puerta de entrada a un paraíso que ha sabido entrelazar su oferta de lujo, bienestar y aventura, con las leyes del entorno natural.
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Con sólo 26 “casitas” repartidas a lo largo de la propiedad, y un comprensivo programa de conservación que incluye el mantenimiento de la reserva natural y acciones para mitigar la emisión de gases invernadero, el hotel invita a sus huéspedes a adentrarse en la naturaleza a través de recorridos para observar la exuberante biodiversidad de la región –que, hoy, incluye 78 especies de anfibios, 135 de reptiles y 131 de mamíferos, entre los que se encuentran tapires, pumas, perezosos e, incluso, jaguares–; visitas al icónico volcán Arenal, uno de los más activos en Costa Rica; recorridos guiados por una plantación de cacao, y actividades de aventura como rafting y tubing.
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A 1,900 metros sobre el nivel del mar, en esta región, ubicada entre las provincias de Alajuela y Guanacaste –y a unos 190 kilómetros de la ciudad de San José–, la oferta turística se encuentra sujeta a su geografía de cascadas, lagunas, arroyos y aguas termales, y comprometida con su conservación.
En Río Celeste Hideaway, por ejemplo, las cocinas utilizan los productos obtenidos de los huertos de la propiedad, mientras que tratamientos en el spa aprovechan una selección de ingredientes locales, como frutas tropicales, chocolate y minerales volcánicos, para crear consciencia entre sus huéspedes y la comunidad que los aloja, sobre la riqueza natural de la zona.
Ideal para parejas y para viajeros que busquen pasar unos días en contacto estrecho con la naturaleza, estas vacaciones de verano pueden ser la oportunidad perfecta para conocer Costa Rica.