Más allá de las montañas flotantes, el llamado de un banshee sobrevuela el valle de Mo’ara que, desde las primeras horas de la mañana, ya palpita con los sonidos de la jungla y los ríos que le dan vida. El recuerdo de la neblina nocturna todavía descansa sobre la vegetación bioluminiscente y se extiende por los senderos que se adentran entre los árboles, envueltos por el canto de los animales y el aroma de las flores exóticas, acostumbradas a despertar desde temprano. Nos encontramos a 4.4 años luz de la Tierra y el paisaje –radiante, monumental y enigmático– nos da la bienvenida a un planeta insólito que, en este momento, se prepara para un día más de aventuras.
Inaugurado en la primavera de 2017, Pandora: The World of Avatar –la expansión más grande en la historia de Disney's Animal Kingdom, parte de Walt Disney World Resort, en Florida– recrea los exuberantes escenarios tropicales característicos de la saga fílmica de James Cameron para contar un capítulo más en la intrincada historia de Pandora que, en esta ocasión, nos tiene a nosotros por protagonistas.
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Varios años después de que la Resources Development Administration (RDA) interrumpiera sus operaciones mineras en Pandora, un exoplaneta del sistema estelar Alpha Centauri, la naturaleza local se ha comenzado a regenerar, reclamando los espacios que fueron ocupados por máquinas y restaurando la profunda relación que une al ecosistema con las culturas Na’vi que lo habitan.
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Diseñado en conjunto por Walt Disney Imagineering –el mítico brazo de investigación y desarrollo de los parques temáticos de la compañía–, James Cameron y parte del equipo creativo detrás de las cintas, Pandora: The World of Avatar traza una minuciosa narración inmersiva, inspirada en los valores de conservación, respeto a la naturaleza y espíritu de aventura que caracterizan tanto a las películas como al resto de Disney’s Animal Kingdom.
Elemento vital
En la tradición Na’vi, Eywa teje una red que conecta a todas las entidades vivas de Pandora y asegura el equilibrio de su delicada geografía, de las criaturas salvajes que navegan sus cielos a la compleja biodiversidad que habita en ríos y océanos. Y en el valle de Mo’ara no es diferente. A todo nuestro alrededor, la influencia de Eywa se revela en la coreografía multisensorial que recorre la jungla, desde de las 22 montañas flotantes en donde anidan los Stingbats, hasta la flora multicolor de las regiones ribereñas, en donde nace el Na’vi River Journey, la primera de dos atracciones que ofrecen a los visitantes un acercamiento único a la fantástica naturaleza del planeta.
A bordo de balsas de junco, los viajeros navegan el río sagrado de Kaspavan que resplandece bajo los colores de la selva bioluminiscente y la melodía de una ceremonia musical guiada por la Chamán de las Canciones de los Na’vi. El recorrido, perfecto para viajeros de todas las edades, culmina con un encuentro cara a cara con la híper realista chamán de casi tres metros de altura y demuestra que, en efecto, aquí “el camino del agua conecta todas las cosas”.
La segunda atracción, Flight of Passage, nos permite participar en el rito de iniciación del clan Omatikaya, como se le llama a los Na’vi que habitan el bosque, que consiste en volar a toda velocidad sobre un banshee, para recorrer los diferentes ecosistemas de Pandora y observar a algunas de sus criaturas, como el Gran Leonopteryx, en su hábitat natural.
La riqueza natural de Pandora se demuestra en el menú de la Satu’li Canteen, un comedor que favorece los platillos saludables preparados con ingredientes frescos, como el Ocean Moon Bowl, con noodles azules, atún, verduras y aderezos, y las hamburguesas con queso al vapor, servidas en un bao, en lugar de los panes tradicionales.
Al anochecer, el valle de Mo’ara se transforma en un un colorido paraíso en donde los aromas de las plantas se transforman ante la vegetación bioluminiscente y nos despiden antes de nuestro regreso a la Tierra.