El Acueducto de Querétaro, con sus imponentes 74 arcos, una longitud de 1280 metros y una altura de más de 20 metros, es mucho más que una estructura arquitectónica. Detrás de su majestuosidad se encuentra una historia de amor que dio vida a esta maravilla del siglo XVIII.
La construcción de este monumento se inició en 1726 por órdenes de Juan Antonio de Urrutia y Arana, el marqués de la villa del Villar del Águila. Tardó nueve años en completarse, utilizando cantera rosa y la técnica de mampostería. Su propósito era claro: llevar agua desde los manantiales de la cañada hasta el Convento de la Cruz en Querétaro.
Te podría interesar
¿Cuál es la historia de amor detrás de los imponentes arcos de Querétaro?
Como en toda historia de amor, el destino jugó un papel crucial cuando el Marqués, recién llegado de España, fue destinado a Querétaro para acompañar a una nueva orden de monjas capuchinas que establecieron su convento en 1721. Esta orden tenía como propósito apoyar a los enfermos afectados por el consumo de agua contaminada del río Blanco, conocido ahora como río Querétaro. Fue en este contexto que el Marqués conoció a Sor Marcela, sobrina de su esposa, y según la leyenda, se enamoró de ella desde el primer encuentro.
Sor Marcela, al igual que las demás monjas de la orden, estaba profundamente preocupada por la escasez de agua limpia y la alta incidencia de enfermedades y muertes causadas por esa razón. Cuando el Marqués le expresó su amor y disposición a hacer cualquier cosa por ella, Sor Marcela le pidió que llevara agua limpia a la ciudad. En agradecimiento, según la leyenda, ella prometió realizar algo especial cada noche.
Te podría interesar
Fue así como el Marqués emprendió la construcción del acueducto, una obra de infraestructura que cambiaría el destino de Querétaro. Inició en 1726 y, tras nueve años de arduo trabajo, completó la construcción. Después de colocar la última piedra, regresó con Sor Marcela para informarle que el acueducto estaba listo para abastecer a la ciudad. Agradecida, Sor Marcela prometió rezar todas las noches por él.
Aunque el acueducto fue inaugurado el 22 de octubre de 1735, no fue hasta 1738 que comenzó a distribuir agua por distintos puntos de la ciudad a través de fuentes, una de las cuales fue dedicada al Marqués. Los festejos por esta hazaña duraron más de 15 días. A lo largo de más de 165 años, el Acueducto de Querétaro desempeñó un papel esencial en el suministro de agua, mejorando significativamente las condiciones de vida de los habitantes.
A través de los años, el acueducto ha resistido el paso del tiempo y el crecimiento de la ciudad. Aunque el entorno se modificó con la llegada del ferrocarril en el siglo XIX, la estructura del acueducto permaneció intacta. En la actualidad, la Calzada de los Arcos y la Avenida Bernardo Quintana atraviesan bajo sus arcos, convirtiéndolo en un atractivo turístico, uno de los más importantes de la región. El Acueducto de Querétaro ya no administra agua a la ciudad, pero sigue en pie como un monumento histórico.