Visitar Guadalajara y no quedar completamente enamorado de su arquitectura es imposible. Esta ciudad, capital del estado mexicano de Jalisco, está ubicada en un valle con hermosas montañas a lo lejos y alberga algunas de las obras arquitectónicas más bellas del país. Entre ellas sobresalen su impresionante Catedral Metropolitana, el Palacio de Gobierno, la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, sus parques, esculturas, estadios e iglesias.
Una de sus obras arquitectónicas más significativas es el Teatro Degollado, un recinto del siglo XIX inaugurado el 13 de septiembre de 1866 con la ópera "Lucía di Lammermoor" de Gaetano Donizetti. Este teatro sigue en funcionamiento y es un lugar donde puedes disfrutar de conciertos, presentaciones de danza y eventos, además de ser la sede de la Orquesta Filarmónica de Jalisco.
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¿Cuál es la leyenda del Teatro Degollado?
El Teatro Degollado de Guadalajara está rodeado de muchas leyendas, pero comencemos con el origen de su nombre, que resulta ser una historia entrañable más que un misterio. A mediados del siglo XIX, mientras se hablaba de grandes teatros en otras ciudades del país, los habitantes de Guadalajara también comenzaron a interesarse por tener uno propio. Así, en respuesta a esta demanda, se inició el proyecto de un teatro que originalmente iba a llevar el nombre de Juan Ruiz de Alarcón, en honor al dramaturgo de la Nueva España.
El encargado de supervisar la construcción fue el gobernador de Jalisco, Santos Degollado, quien en 1856 colocó la primera piedra junto a Jacobo Gálvez, arquitecto detrás del proyecto, marcando el inicio oficial de la edificación. Sin embargo, el proyecto se vio afectado por la Guerra de Reforma que comenzó en 1857, con numerosos cambios de gobierno y reorganizaciones políticas.
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El 15 de junio de 1861, falleció el gobernador Degollado en batalla. En su honor, el nuevo gobernador de Jalisco, Pedro Ogazón, propuso renombrar el teatro en su memoria. Finalmente, el Teatro Degollado fue inaugurado en 1866 con la ópera Lucía de Lammermoor de Gaetano Donizetti. El 18 de diciembre, cuando las tropas liberales recuperaron el control del teatro, se oficializó el cambio de nombre a Teatro Degollado.
Arquitectura exterior
Otra de las leyendas del Teatro Degollado está vinculada a la frase inscrita en el frontis de la entrada principal, que dice: “Que nunca llegue el rumor de la discordia”. Esta frase, que ha dado lugar a varias teorías sobre su origen, no formaba parte del diseño original del teatro. En realidad, fue añadida en 1959 durante una remodelación liderada por el arquitecto Ignacio Díaz Morales. La inscripción, tomada de unos maitines del Breviario Romano, se incluyó como parte de las renovaciones del teatro.
El teatro presenta un estilo arquitectónico neoclásico. Su pórtico destaca por un tímpano, una superficie triangular vertical delimitada por las cornisas del frontón, que exhibe en alto relieve el tema del mito griego "Apolo y las nueve Musas", tallado en mármol travertino. El pórtico, que sostiene el frontón, está compuesto por 16 columnas corintias. Además, cuenta con un friso dedicado a los Fundadores de Guadalajara, una obra en alto relieve de bronce que mide 21 metros de largo y 3 metros de alto.
Interior del Teatro Degollado
En el interior, la sala principal del teatro alberga un impresionante mural inspirado en el "Canto Cuarto de la Divina Comedia" de Dante Alighieri. En el centro del arco interior se encuentra una escultura de madera dorada en forma de águila, que sostiene una bandera mexicana en sus garras y una cadena en su pico. El teatro también cuenta con diversos murales y esculturas adicionales, y el vestíbulo tiene bustos de dos figuras importantes en la hsitoria del teatro: Jacobo Gálvez y Santos Degollado.
Otra leyenda relacionada con el teatro involucra a la escultura "La Diosa de la Fortuna", ubicada en el vestíbulo. Esta obra de mármol, creada por el artista italiano Carlo Nicoli y restaurada en 2007, es objeto de una leyenda popular. Se dice que quienes toquen las monedas en los pies de la escultura recibirán buena fortuna, pero que si al salir del teatro miran directamente a los ojos de la estatua, perderán toda la suerte que hayan ganado.