En México, existe una leyenda fascinante sobre una ciudad amurallada, en la cual se dice que el mar se enamoró de una mujer. Pero antes de adentrarnos en la leyenda, hablemos de la ciudad en cuestión. ¿Sabes cuál es? San Francisco de Campeche, la capital del estado de Campeche, es la única ciudad amurallada del país.
Desde 1686, durante la época virreinal, se iniciaron los trabajos de fortificación de la ciudad como una medida drástica para poner fin a años de ataques piratas. Gracias a su excelente conservación del patrimonio histórico, esta ciudad fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Es un destino que no te puedes perder en tus viajes por México.
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Las estatuas del malecón de Campeche
En San Francisco de Campeche, la única ciudad amurallada de México, uno de los imprescindibles en cualquier visita es caminar por su malecón. Con más de 6 kilómetros de longitud, este malecón tiene una enorme cantidad de atractivos, como miradores, fuentes, cafés, restaurantes, artesanías, esculturas y mucho más.
Entre sus esculturas, la más famosa probablemente sea el Monumento a la Novia del Mar. Esta hermosa obra de bronce, ubicada sobre un conjunto de grandes rocas, representa a una mujer que sostiene su rostro con las manos mientras observa fijamente el horizonte hacia el mar. Detrás de esta escultura se esconde una fascinante leyenda.
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Esculturas en Campeche: La leyenda de La novia del mar
Como refleja la escultura, todo comenzó con una mujer de belleza única que pasaba sus días contemplando el mar. Admiraba los barcos, las olas, el cielo y los colores, y su creatividad desbordante la llevaba a soñar con las historias de los barcos que llegaban de diferentes países.
Imaginaba culturas, se fascinaba con los idiomas, y el tiempo que pasaba observando el mar era tan extenso que este terminó enamorándose de ella. El mar se mostraba más hermoso que nunca, con un oleaje suave, colores brillantes y cambiantes al amanecer y al atardecer.
Sin embargo, todo cambió cuando un joven marinero descendió de uno de los barcos que arribaban al puerto. La joven quedó cautivada por él, y el sentimiento fue mutuo, naciendo entre ellos un amor inmediato pero fugaz. El mar, celoso de la atención que la joven le prestaba al marinero, comenzó a mostrar su descontento. La joven dejó de visitar el mar y de admirar el horizonte, lo que intensificó los celos del océano.
Poco después, el joven tuvo que zarpar nuevamente, prometiendo regresar con ella. Sin embargo, la ira del mar provocó un accidente en la embarcación del joven. Entre tormentas y olas violentas, el barco se hundió, y el joven nunca volvió con su amada. Desde entonces, ella regresó a su lugar de observación, esperando el regreso de su amado y mirando el horizonte, sin saber por qué él nunca podría volver.