Argentina es conocida internacionalmente por su capital, Buenos Aires, una ciudad sumamente cultural y de arquitectura impresionante; también por las Cataratas del Iguazú, que están entre las más importantes del mundo, y por los lagos, glaciares y pueblos de la Patagonia. Sin embargo, más allá de esos atractivos hay muchos otros, y algunos de los más olvidados están en el norte del país.
Entre sus provincias menos visitadas está Catamarca. Así como en México existe la broma de que Tlaxcala no existe, algo parecido ocurre con Catamarca: quienes no la conocen piensan que no hay mucho que hacer, sin saber que se trata de un destino repleto de paisajes únicos, una gastronomía distinta al asado, choripanes o milanesas, pero igual de deliciosa, y pueblos que han inspirado grandes historias de la literatura argentina.
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En Catamarca se encuentra Antofalla, un pequeño poblado con apenas 50 habitantes, rodeado de salares y volcanes. Esta parte de la Puna argentina es reconocida por la enorme cantidad de volcanes de todos los tamaños, activos e inactivos. En esa zona vive parte de la familia de Simón Morales.
Simón es un hombre histórico por ser una de las pocas personas en el mundo que ha vivido tantos años en soledad en plena naturaleza. Y no cualquier naturaleza: el altiplano árido y con desiertos blancos de sal como el Salar de Antofalla, géiseres, lagunas altoandinas, termas naturales y volcanes.
Simón Morales: el hombre que vive solo en medio de la Puna argentina
El sitio donde vive se llama La Botijuela, un paraje de Antofagasta en el que Simón Morales es el único habitante. Allí levantó su casa frente al salar, junto a un géiser que da origen a lo que muchos nombran como el “jacuzzi termal más alto del mundo”. Un lugar singular y extremo, marcado por la fuerza de la naturaleza.
Simón nació y se crió en la vega. Sus hermanos se marcharon y él quedó como único habitante por kilómetros a la redonda. Vive de sus animales y de compartir e intercambiar con los viajeros que llegan hasta su hogar, una casa que levantó con sus propias manos a más de 4,200 metros sobre el nivel del mar.
Allí mantiene corrales, cría ovejas y llamas, y se sostiene con la ganadería: en el pueblo de Antofagasta intercambia sus animales por lo que necesita. Apenas baja una o dos veces al año, en un trayecto de unas cuatro horas en auto, y hoy cuenta con internet, algo que durante mucho tiempo no tuvo.
Muchos viajeros eligen hospedarse en los pueblos del Departamento Antofagasta de la Sierra y desde allí sumarse a tours hacia el salar, los volcanes, las lagunas y los ojos de agua. En el recorrido suelen detenerse en Antofalla, célebre por su sazón, y hacer una visita a Simón.
Cuando fui en 2020, justo antes de la pandemia, nos habían advertido que Simón, como cualquier persona, podría no desear recibirnos y que había que respetar su decisión. Afortunadamente nos abrió las puertas con alegría y nos mostró su “jacuzzi más alto del mundo”. Recientemente, su historia volvió a tomar relevancia gracias a un hermoso video del canal Rulos en Ruta, donde lo entrevistan.
La vida de Simón no tiene comparación. Pide a quienes visitan esas termas —reconocidas entre las más altas del mundo— que lo saluden, lo traten con respeto y, si él lo permite, compartan un mate a su lado. Su historia resulta tan sorprendente como inspiradora, y si eres un alma viajera en busca de caminos remotos y encuentros genuinos, Catamarca podría ser tu próximo destino.