En medio del desierto de Durango, entre los límites con Chihuahua y Coahuila, hay un lugar del que muchos hablan con cierta intriga: la Zona del Silencio. Se trata de una amplia extensión desértica dentro de la Reserva de la Biosfera de Mapimí, famosa por los relatos que la rodean.
Desde fallas en radios y brújulas, hasta supuestos avistamientos de luces y ovnis, este sitio se ganó su reputación como el “Triángulo de las Bermudas mexicano”. Lo curioso es que, más allá de los mitos, quienes visitan este rincón del norte aseguran que hay algo especial en su ambiente, una sensación de calma y rareza casi imposible de explicar.
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De acuerdo con la versión de la historia más extendida: el misterio comenzó en los años setenta, cuando un cohete de la NASA llamado Athena perdió el control y cayó en esta zona. Desde entonces, surgieron rumores sobre interferencias magnéticas que impedían la comunicación por radio.
El suceso atrajo a científicos, curiosos y aventureros de todo el país, y con el tiempo se fueron sumando relatos sobre anomalías extrañas. Algunos aseguraban que los relojes se detenían o que las brújulas giraban sin sentido. Aunque la ciencia tiene sus explicaciones, la leyenda creció tanto que la Zona del Silencio se transformó en un punto de interés para quienes aman los misterios.
Los nopales morados de la Zona del Silencio
Uno de los aspectos más sorprendentes del lugar es su naturaleza. A pesar del clima extremo, aquí habitan especies que no existen en ningún otro sitio. El ejemplo más llamativo son los nopales morados, una planta que durante la sequía cambia su color de verde a tonos púrpura intenso. Este fenómeno se debe a los minerales del suelo y a la adaptación al calor, pero parece casi una ilusión.
Además de estos cactus únicos, la zona está llena de vida desértica: zorros, coyotes, búhos, tortugas del Bolsón y hasta ratas canguro sobreviven entre dunas y piedras rojizas. Todo forma parte de un ecosistema frágil, protegido por la Reserva de la Biosfera de Mapimí, reconocida por la UNESCO desde el año 2000. Aquí no hay grandes hoteles ni ciudades cercanas, lo que hace que el silencio sea literal: solo el viento y el crujir de la arena acompañan los pasos de quien se adentra en el paisaje.
Visitar la Zona del Silencio es una experiencia diferente. En el Ejido La Flor, una comunidad que promueve el ecoturismo responsable, puedes acampar bajo un cielo estrellado. También se organizan caminatas para observar flora y fauna, paseos a caballo o talleres donde se elaboran atrapasueños y productos artesanales.
Los viajeros más curiosos pueden visitar el Museo del Desierto, un espacio dentro de la comunidad que conserva fósiles y restos de dinosaurios encontrados en la región. También hay excursiones hacia aguas termales cercanas o rutas de senderismo que cruzan antiguas minas y cerros. Y aunque las historias de ovnis son parte del folclore local, muchos aseguran haber visto luces moviéndose sin explicación.
La explicación científica de La Zona del Silencio
Con los años, los investigadores de la UNAM estudiaron el magnetismo del área y encontraron una razón más terrenal para las fallas en las comunicaciones: la presencia de hematita, un mineral de hierro con propiedades magnéticas. Eso explicaría las interferencias que inspiraron los mitos. Sin embargo, la magia del lugar sigue intacta. }
En esta región también hay historia geológica fascinante: hace millones de años, el desierto fue un mar. Las huellas de ese pasado se observan en los fósiles marinos que aún se encuentran bajo la arena. Desde entonces, el paisaje se ha transformado en un mar de piedra y espinas.