En las tierras altas de Puebla hay un destino curioso donde el italiano recorre las calles de la misma forma que el español. Es pequeño, pero tiene mucha personalidad e historia. En él, además de las comidas típicas que encontramos en el resto del país, como quesadillas y enchiladas; la pasta, las pizzas y los quesos con esencia italiana son parte del día a día.
Pero eso no es todo. En ese pueblito tan particular llamado Chipilo, también se habla un idioma traído del norte de Italia hace más de un siglo y que todavía resiste el paso del tiempo. Así es, no necesitas cruzar el Atlántico para tener una experiencia italiana; en México vive una pequeña Italia. ¿Ya conocías sobre Chipilo?
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Chipilo fue fundado en 1882 por inmigrantes italianos, principalmente del Véneto. Desde entonces, el pueblo ha mantenido vivas sus raíces, reflejadas en su idioma, el chipileño, y en su arquitectura y costumbres. A lo largo de su historia, sus habitantes han defendido con firmeza su identidad. Aunque la ciudad de Puebla se ha ido acercando, Chipilo sigue luchando por conservar su lengua, su autonomía y su forma de vida.
Lo primero que atrapa es el aroma: pan horneado, leche fresca y queso curado. Las queserías de ese lugar no son para mirar de lejos. Basta entrar a una de ellas para ver vitrinas llenas de tesoros lácteos elaborados con recetas que han pasado de generación en generación. También te enamorarás de sus mantequillas densas, cremas suaves, yogures artesanales… y sí, el famoso queso oreado que lleva años siendo el favorito de los viajeros.
¿Qué hacer en Chipilo?
Si te preguntas qué hacer en Chipilo, la respuesta es simple: comer quesos y platillos deliciosos. Pero hay más. Caminar por sus calles también es fantástico. No tanto por lo que ves, sino por lo que escuchas. El chipileño, una mezcla de véneto, español y algo de náhuatl, suena por cada calle. Es un idioma que no vas a encontrar en ningún otro lugar de México y que se cuida como parte de la vida diaria. Escuchar una conversación en este idioma extraño pero familiar te hace sentir que acabas de llegar a un mundo paralelo.
Y si ya estás en el pueblo, vale la pena subir al Monte Grappa. Desde arriba, la vista del valle es una postal. Hay una escultura del Sagrado Corazón y una piedra que recuerda a los italianos que murieron en la Primera Guerra Mundial. El lugar es tranquilo, muy recomendado para descansar un rato y contemplar el paisaje.
El centro tiene una iglesia barroca que parece sacada del norte de Italia. A su alrededor, cafeterías y restaurantes invitan a pasar la tarde degustando la perfección que resulta naturalmente de mezclar la cocina mexicana y la italiana. En Chipilo es fácil encontrar pastas con chipotle, pizzas con masa hecha a mano y postres como tiramisú y flan casero. Todo servido por familias que han mezclado ingredientes mexicanos con recetas que viajaron más de 10 mil kilómetros hace más de 140 años.
En ese pueblo no hay una plaza principal al estilo clásico mexicano, pero eso no le quita personalidad. Las banderas de México e Italia ondean por todas partes, y las fachadas muestran una arquitectura que recuerda a los Alpes. Ahí, los tejados de dos aguas no son casualidad: replican los estilos que los primeros inmigrantes conocieron en sus tierras de origen. Y sí, hay muebles de madera fabricados en talleres familiares, por si andas buscando calidad sin pretensiones.
Una parada obligada es el Museo de la Migración Italiana, donde puedes echar un vistazo a la historia de las familias fundadoras y entender por qué se ha mantenido viva una cultura que en otros lados ya habría desaparecido. No es una exposición para expertos, es una visita amena que ayuda a conectar los puntos entre el pasado y el presente de ese pueblo tan peculiar.
¿Cómo llegar a Chipilo?
Si sales desde Ciudad de México, el viaje en auto toma unas dos horas y media. Basta seguir la autopista México–Puebla y luego desviarse rumbo a Atlixco. También puedes llegar en autobús y después tomar un taxi o transporte local. Lo importante es que llegues con hambre, con curiosidad y con tiempo para saborear, ver y escuchar una esquina de Italia escondida entre los volcanes de México.