México tiene más de 11 mil kilómetros de litorales, así que playas hay de sobra. Sin embargo, muchas veces terminamos visitando los mismos lugares de siempre o cayendo en playas donde la multitud roba toda la calma que buscábamos. Al final, la experiencia se siente más turística que relajante.
La buena noticia es que aún existen rincones donde la naturaleza sigue intacta y el ambiente es tan tranquilo que pareciera que el tiempo se detuvo. Lugares poco concurridos que no salen en todos los catálogos de viajes, pero que son un verdadero paraíso escondido esperando a ser descubierto.
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Para que no digas que todo está ya demasiado explorado, aquí te traemos cinco playas secretas de México en estados tan distintos como Jalisco, Campeche, Colima, Veracruz y Oaxaca. Así, sin importar desde dónde viajes, vas a tener una opción relativamente cerca para una ESCAPADA diferente.
Playas poco conocidas en México
Eso sí, antes de aventurarte, recuerda que son destinos con menos infraestructura turística, así que lo mejor es planear: lleva agua suficiente, algo de comida, protector solar biodegradable y hasta un botiquín. No dejes basura, porque la gracia de estas playas es justamente que todavía se sienten vírgenes.
1. Playa Madagascar – Jalisco
Su arena tiene un tono naranja que contrasta con el azul turquesa del mar y crea un paisaje surrealista. Los expertos dicen que este color viene de la mezcla de hierro, piedra caliza y conchas, lo que le da un aspecto marciano pero tropical al mismo tiempo. El agua suele estar a temperaturas deliciosas.
Llegar ya es toda una aventura. Desde Boca de Tomatlán, un poblado costero a 25 kilómetros de Puerto Vallarta, se puede caminar unos 20 minutos por senderos rodeados de vegetación o llegar en lancha en menos de 10 minutos por unos 150 pesos. Una vez allí, lo que te espera es silencio, naturaleza pura y aguas tan tranquilas que parecen una alberca natural.
2. Playa Chenkán – Campeche
Si tu plan es desconectarte por completo, Chenkán es el lugar. Esta playa virgen está rodeada de manglares y aves. Allí no hay vendedores ambulantes ni música a todo volumen, solo el sonido del mar y el canto de los pájaros. Es excelente para quienes buscan relajarse sin distracciones.
Pero no solo es un sitio bonito, también es un espacio de conservación. En este destino anidan tortugas de carey y tortugas verdes, ambas en peligro de extinción. Además, se han registrado más de 80 especies de aves migratorias y hasta manglares que ayudan a mantener el equilibrio del ecosistema. Debes llegar preparado porque no hay restaurantes ni hoteles alrededor.
3. Playa La Boquita – Colima
Colima no suele estar en el radar cuando hablamos de playas, pero La Boquita demuestra que debería estarlo. Está en la punta norte de la bahía de Santiago y tiene un canal artificial donde el agua es tan tranquila y bajita que hasta los más peques disfrutan sin problema. Los fines de semana es común ver a familias locales disfrutando de ceviches, cocteles y pescados asados bajo las ramadas.
Puedes rentar una lancha para recorrer la bahía, practicar snorkel y conocer sus arrecifes. Y si eres de los que viajan con antojo, no olvides probar los ostiones de Don Chuy o los helados que venden en carritos. Es una unión perfecta entre el ambiente familiar y el descanso.
4. Barra de Tampachiche – Veracruz
En Tampico Alto, Veracruz, existe un rincón que parece Caribe pero sin tener que volar hasta allá: Barra de Tampachiche. Sus aguas turquesa y arena clara lo hacen un lugar perfecto para nadar o descansar bajo el sol. Todavía no es un punto turístico masivo, así que el ambiente sigue siendo muy tranquilo.
Llegar tiene su chiste: primero cruzas el puente de Tampico, avanzas por carretera hasta cierto punto y luego tomas una lancha que en 20 minutos te lleva hasta las islas de la zona. Algunas son bancos de arena, otras tienen vegetación, y todas juntas forman un paisaje muy especial. Aquí tampoco hay hoteles, pero eso es parte de su belleza.
5. Playa Tahueca – Oaxaca
Muy cerca de Pochutla, entre Huatulco y Puerto Ángel, está Tahueca, una playa escondida que todavía se conserva virgen. El camino no es el más fácil, unos 20 minutos de terracería, pero al final aparece un lugar donde el mar es calmado gracias a los rompeolas naturales que lo rodean. Es como una alberca gigante de agua salada.
La playa mide más de tres kilómetros y está completamente libre de construcciones. Aquí lo que abunda son los cangrejos caminando por la arena y el silencio interrumpido solo por las olas. Incluso hay una laguna cercana donde puedes observar aves y escuchar las historias de piratas que le dieron nombre. Es un lugar para pasar el día en paz, siempre y cuando vayas preparado.