México cuenta con grandes Pueblos Mágicos, no solo por su belleza natural o por su importancia histórica, sino porque tiene grandes edificaciones que sobreviven al paso de los años. Uno de ellos es El Oro, la primera 'ciudad europea' que existió en el país y que puedes conocer sin ir tan lejos, pues se encuentra a unas cuantas horas de la Ciudad de México. El Oro es uno de los destinos de arquitectura colonial que te encantará, así como su diseño en casas y templos que son sin duda un paisaje predominante y de estilo europeo.
El Oro es uno de los destinos mineros que sobreviven para contar su historia, pues hace muchos años se agotó esta época de esplendor. Actualmente cuenta con edificios señoriales y con grandes vistas a los frondosos bosques de pino y cedro que la rodean, lo que te permitirá disfrutar de grandes actividades en las Presas Brockman y Victoria. Te contaremos por qué se le llama la 'primera ciudad europea' a este encantador Pueblo Mágico del Estado de México.
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¿Por qué El Oro es la primera 'ciudad europea' en México?
De acuerdo con los datos históricos, el Pueblo Mágico de El Oro se fundó por ingleses y franceses que explotaron el recurso más valioso de este lugar; las minas de oro, he de aquí el nombre de este fascinante pueblo que vivió su máximo esplendor durante principios del siglo XX, al ser una de las ciudades más ricas del país con una población que superaba a los cincuenta mil habitantes.
Al mismo tiempo, El Oro es uno de los Pueblos Mágicos que obtuvo los grandes recursos necesarios de una ciudad al tener energía eléctrica, ferrocarril, tiendas departamentales, centros nocturnos de gran nivel, hoteles, restaurantes, etc. Todo esto por el principal mineral que se aprovechaba en este Pueblo Mágico.
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Luego de su época de esplendor, los habitantes europeos abandonaron El Oro debido a los cambios políticos tras la Revolución Méxicana así que ahora puedes apreciar el legado arquitectónico e histórico de la que fue la primera 'ciudad europea' en México. Disfruta de sus callejuelas que te harán transportarte a otra época, así como visitar el restaurante dentro de un vagón de tren o ir a las presas para admirar el bosque y el hermoso lago.