Explorar Espita es como viajar en el tiempo a un Yucatán detenido en los recuerdos. Sus senderos apacibles, el trato amable de sus pobladores y la rutina sin sobresaltos lo transforman en un escondite ideal para quienes desean alejarse del bullicio tecnológico. No hay tumultos, ni bocinas, ni relojes que corran. Solo armonía, tradición y sabor auténtico.
A tan solo dos horas de Mérida y a menos de sesenta minutos de Valladolid, esta localidad catalogada como Pueblo Mágico ha sido llamada “la Atenas de Yucatán” debido a su legado intelectual y cultural. Las construcciones antiguas de tonos pasteles, los tradicionales bancos dobles en la plaza central y alguna melodía suave flotando en el ambiente lo convierten en un sitio donde todo avanza sin sobresaltos.
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Espita no destaca por ofrecer parques temáticos ni eventos multitudinarios. Su valor radica en los pequeños detalles, degustar un kots’ob calientito en el mercado local, observar el cielo teñirse de naranja desde la plaza Melchor Ocampo o dejarse envolver por relatos del pasado al pie del monumento a los ‘15 Grandes’. Cada instante tiene una mística especial que permite al viajero conectar con la esencia del lugar.
Se dice que es el sitio más pacífico de México para descansar, y basta con conocerlo para coincidir. Aquí no hay presiones. Las opciones de alojamiento, como Casa Kacaya o Casona Los Cedros, brindan entornos acogedores, albercas sin bullicio y gastronomía regional con un toque sofisticado. Incluso hospedajes más retirados, como Jardines de Ixchel, promueven el bienestar a través de temazcales, sesiones de yoga y caminatas rodeadas de vegetación.
Qué hacer sin apurarse
Caminar sin dirección fija puede convertirse en una experiencia muy especial. La capilla de San José, construida en el siglo XVIII bajo influencia franciscana, deslumbra desde cualquier perspectiva. Justo al lado se encuentra el tianguis Juan José Méndez, un lugar perfecto para degustar panuchos, papadzules o simplemente observar el movimiento diario del sitio.
Otra actividad recomendada es pasar un rato en la plaza central, donde se puede disfrutar de conversaciones con habitantes del lugar o comerciantes ambulantes mientras cae la tarde. Si el viaje ocurre en el mes de diciembre, es posible presenciar la alegre celebración del Niño Dios, con desfiles, costumbres ancestrales y fuegos pirotécnicos que reflejan la devoción de quienes allí viven.
Gastronomía auténtica
Degustar el Xupiik, un guiso ancestral que combina carne con chiles cocidos, o saborear el Kots’ob, un envuelto de masa con ibes y hoja santa, es una parte esencial del recorrido. Estas delicias suelen estar disponibles en mercados ambulantes o pueden encargarse a expertas como Doña Chica o la Maestra Georgina, quienes preservan las fórmulas heredadas con dedicación y amor por su cultura.
Para quienes buscan una propuesta más refinada, Casona Los Cedros brinda platillos de autor que retoman la esencia de la cocina maya. En cambio, si se desea algo más relajado, espacios como Cocina de Humo o Estación 9 ¾ presentan opciones que van desde cochinita pibil hasta hamburguesas con títulos inspirados en el cine.
Datos clave para tu viaje a Espita
- ¿Dónde queda Espita?
En el oriente de Yucatán, a 50 km de Valladolid y a 160 km de Mérida.
- ¿Cómo llegar?
En auto desde Mérida o Valladolid, o con autobuses regionales. También se encuentra cerca de la estación del Tren Maya en Valladolid.
- ¿Qué comer típico en Espita?
Kots’ob, Xupiik, panuchos, salbutes, frijol con puerco y lechón al horno.
- ¿Cuál es la mejor fecha para visitar?
Diciembre, por su clima agradable y las fiestas patronales.
- ¿Hay hospedaje en el centro del pueblo?
Sí, destacan Casa Kacaya, Casona Los Cedros y opciones más económicas como Posada Paola.