A menos de dos horas de la Ciudad de México se esconde un lugar que parece detener el tiempo. Su encanto no solo está en la arquitectura colonial que aún decora sus calles, sino también en la manera en la que sus tradiciones sobreviven con fuerza. Pasear por sus plazas y portales es encontrarse con un pasado que aún respira, acompañado por aromas de comida típica y la calidez de su gente.
Otumba, en el Estado de México, ha sido escenario de batallas históricas, descanso de virreyes y cuna de artistas. Hoy, convertido en Pueblo Mágico, se presenta como una opción distinta para quienes buscan escapar de la rutina sin viajar demasiado lejos. Su aire provinciano se mezcla con propuestas modernas que hacen de cada visita una experiencia completa.
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Lo que vuelve único a este destino es la forma en que combina historia y naturaleza con un toque inesperado, un santuario dedicado a los burros. Sí, este animal considerado “amigo del campo” tiene aquí un espacio de conservación que atrae a familias enteras y que, además, le ha dado fama nacional con una feria que cada año suma visitantes curiosos.
Pero Otumba no se limita a eso. Aquí también se pueden encontrar museos, ex conventos, un acueducto que asombra por su ingeniería y hasta un zoológico con experiencias interactivas. Es un sitio que invita a caminarlo sin prisa, a probar sus sabores, comprar artesanías y descubrir que este rincón mexiquense tiene mucho más que ofrecer de lo que cualquiera imagina.
Burrolandia, el santuario más tierno
Uno de los mayores atractivos de Otumba es Burrolandia, el único santuario en América dedicado a la conservación del burro mexicano. Aquí, además de conocer la historia y cuidados de estos animales, los visitantes pueden convivir con ellos, alimentarlos y aprender sobre la importancia de preservarlos.
Esta iniciativa busca frenar su extinción y recordar el papel vital que han tenido en la vida rural del país. Cada mayo, el pueblo celebra la Feria Nacional del Burro, un evento lleno de color, música y comida donde se organizan desfiles, concursos y espectáculos en honor a este noble animal. Es, sin duda, una de las fiestas más originales de México.
Tesoros históricos y culturales
El pueblo conserva joyas arquitectónicas que sorprenden. El Templo de la Purísima Concepción, con su fachada plateresca del siglo XVI, es un sitio que invita a detenerse en silencio y observar los detalles. Muy cerca, el Ex Convento de Oxtotipac muestra cómo se unieron tradiciones indígenas y españolas en una construcción que aún guarda murales y esculturas originales.
Otro punto imperdible es el Museo Gonzalo Carrasco, dedicado al pintor nacido en Otumba. Allí se exhiben objetos prehispánicos, fotografías históricas y obras que reflejan la vida cotidiana de la región. También destaca el Museo del Ferrocarril, instalado en una antigua estación del porfiriato que recuerda la importancia del tren en la economía local.
Naturaleza y delicias locales
La visita no estaría completa sin conocer el imponente Acueducto del Padre Tembleque, Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. Con más de 400 años de antigüedad, esta obra franciscana es una muestra de ingeniería que aún sorprende por sus dimensiones.
Además, Otumba deleita con su gastronomía, desde escamoles y barbacoa de carnero hasta mole, codornices asadas y hasta carne de avestruz, todo acompañado de un curado de fruta. A esto se suman sus artesanías en obsidiana, ónix y vidrio estirado, perfectas para llevar un recuerdo único del viaje.
Otumba es un Pueblo Mágico que ofrece algo para cada viajero, historia para los curiosos, naturaleza para los aventureros, un santuario de burritos para las familias y una gastronomía que conquista a cualquiera. Un lugar que, sin ser masivo, mantiene su esencia y se convierte en una escapada perfecta cerca de la CDMX.