Muchas veces, durante algún viaje o un paseo cotidiano nos dejamos llevar por la belleza arquitectónica o natural de los lugares a los que llegamos, nos impresionan las casonas antiguas y nos sumergimos en las formas trazadas hace más de un siglo y que ahora, nos permiten transitar en un viaje en el tiempo, entre las calles flanqueadas por las antiguas construcciones edificadas en la época porfiriana que nos hacen sentir como a principios del siglo XX en México.
Sin saberlo, nuestros lugares favoritos o nuestro próximo destino pueden tener una historia increíble de trasfondo, en ocasiones puede contener un relato alegre, sin embargo, existe la posibilidad de que tu lugar preferido, aquel donde te gustaría vivir, provenga de un pasado siniestro y oscuro que lo recorres sin saberlo. Así es el caso de la Colonia Roma, suntuoso asentamiento de la clase alta y media alta desde su construcción y el reflejo son los museos, galerías y salones de cultura que se han mantenido con el paso del tiempo, sin embargo, no todo fue siempre así.
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Panteón General de la Piedad, el sitio donde se construyó la colonia Roma
Con el crecimiento que se dio a inicios del siglo XX en la capital del país, se hizo necesaria la extensión y urbanización hacia las extremidades de los límites de la urbe, sin embargo, hacia el sur de la todavía joven capital, yacía un campo santo cuyos primeros restos mortales descansaban desde aquel 1872, año de su edificación, pues los antiguos habitantes comenzaron a demandar un espacio especial para evitar los miasmas provenientes de los cuerpos, sin dejar de lado la sabiduría oscura que se decía que muchos de estos personajes habían cultivado en vida.
El Panteón General de la Piedad estaba ubicado en lo que hoy son las avenidas Insurgentes Sur, Baja California, Monterrey y el Viaducto Miguel Alemán, en aquella séptima década del siglo XIX, pero ya en el siglo XX, parte de aquellos terrenos se clausuraron para comenzar con la ampliación de la zona urbana y sobre este territorio se construyó el Centro Escolar Benito Juárez, primera huella de la colonización y los asentamientos de humanos vivos en esta zona, que con el tiempo se convirtió en símbolo de la clase alta porfiriana.
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Debido a esta reestructuración en la antigua capital mexicana los restos que habitaron en el Panteón General de La Piedad fueron exhumados y trasladados a otros panteones cercanos, Panteón Civil de Dolores y al Panteón Francés, dejando el vacío necesario en este destino para que el avance de la urbanización fuera una completa realidad durante la época porfiriana, dando paso a las construcciones con marcadas por las influencias francesas, italianas, árabes, su art Nouveau y art-decó, que embellece esta imperdible parte de la Ciudad de México.
Ya en pleno siglo XXI no hay, en la memoria general de la población capitalina moderna, muchos registros de la necrópolis que custodiaba lo que hoy es parte de la colonia Roma Sur, y que en este tiempo continúa siendo una de las zonas más cotizadas de la capital mexicana, con una incremento en la plusvalía de los viernes raíces en los últimos años, en los que mexicanos y extranjeros han llegado a este lugar para convertirlo en su hogar de manera permanente.