En la aviación siempre hay historias que nos dejan boquiabiertos. Hay pistas tan cortas que parecen imposibles, como en Lukla, Nepal, o aeropuertos que comparten espacio con carreteras, como en Gibraltar. Pero existe uno que se lleva todos los aplausos por su rareza: el aeropuerto de Gisborne, en Nueva Zelanda, donde aviones y trenes deben turnarse para pasar.
¿Te imaginas estar a punto de despegar y que el piloto anuncie que tienen que esperar… porque pasa un tren? Pues eso es totalmente real en Gisborne. En este aeropuerto, una vía férrea atraviesa la pista principal de aterrizaje, y es una situación que ocurre desde hace décadas.
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El origen de esta peculiaridad se remonta a los años 40. Primero se construyó la línea ferroviaria Palmerston North–Gisborne, y después se levantó el aeropuerto en la misma zona, sin mover los rieles. En lugar de modificar la infraestructura, se optó por coordinar las operaciones, y así quedó para siempre este curioso cruce entre alas y acero.
Lo increíble es que funciona sin problemas. La torre de control mantiene contacto directo con los operadores ferroviarios, y solo cuando el tren ha pasado, se autoriza el movimiento de los aviones. Como el tráfico aéreo no es tan intenso, la logística se maneja con calma, aunque la imagen de un tren cruzando la pista sigue siendo realmente única.
¿Desde qué año pasa un tren por el aeropuerto de Gisborne?
El aeropuerto de Gisborne abrió en 1941 y, aunque es pequeño, recibe alrededor de 150 mil pasajeros al año en vuelos regionales que conectan con ciudades como Auckland o Wellington. Tiene una pista asfaltada de 1.310 metros y una terminal renovada que sirve tanto a aerolíneas comerciales como a la aviación privada. Nada fuera de lo normal… salvo el detalle del tren.
Lo curioso es que, en este cruce, el tren tiene prioridad legal sobre los aviones. Así que, aunque parezca extraño, si una locomotora se acerca, un Boeing o un pequeño turbohélice debe esperar. Esto ha generado anécdotas divertidas y muchas fotos virales de turistas que no creen lo que están viendo.
Fuera de lo que podríamos pensar, el aeropuerto no se considera peligroso. No está en la lista de los más riesgosos del mundo porque su mayor reto no es la geografía ni el clima, sino la coordinación. Mientras todo se organice con precisión, el cruce funciona a la perfección y hasta se convirtió en símbolo de la ciudad.
Gisborne, además de su aeropuerto singular, es un destino costero con gran herencia maorí, paisajes impresionantes y una tradición vitivinícola que atrae a visitantes cada año. Sin embargo, quienes llegan en avión o en tren suelen llevarse como recuerdo la postal más icónica: la unión entre dos medios de transporte que en cualquier otro lugar del mundo jamás compartirían espacio.