Oaxaca no solo es uno de los estados más ricos culturalmente de México, también es un destino que enamora a primera vista. Desde su arquitectura colonial y su gastronomía ancestral hasta su herencia artesanal, cada rincón tiene una historia que contar. Caminar por sus calles es adentrarse en un museo al aire libre, donde los colores, aromas y sonidos se combinan para crear una experiencia difícil de olvidar.
Si eres amante del arte, la historia y las tradiciones, Oaxaca es un destino que supera cualquier expectativa. Aquí, los templos centenarios conviven con barrios llenos de murales, los mercados huelen a chocolate recién molido y el mezcal se bebe como un ritual.
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Es un lugar donde cada detalle tiene un propósito y cada sabor guarda siglos de conocimiento. Además de su capital vibrante, Oaxaca es cuna de comunidades que conservan vivas sus costumbres, pueblos zapotecos y mixtecos que siguen hilando, tallando y cocinando como sus antepasados.
Y por si fuera poco, es también el paraíso de los que disfrutan un buen mezcal artesanal, elaborado con el alma y el agave. A continuación, te presentamos siete lugares imperdibles que combinan lo mejor de la cultura oaxaqueña con la esencia de su bebida más emblemática: el mezcal.
1. Templo de Santo Domingo de Guzmán
Este ícono barroco es el corazón de Oaxaca. Construido en el siglo XVI, su interior cubierto de oro deslumbra a cualquiera que lo visita. Además, alberga el Museo de las Culturas, donde se resguardan piezas prehispánicas y arte sacro. A unos pasos se encuentra el Jardín Etnobotánico, que reúne plantas de todas las regiones del estado y muestra cómo la naturaleza y la cultura están entrelazadas en la vida oaxaqueña.
2. Centro Histórico y Andador Macedonio Alcalá
Caminar por el Andador Turístico, la calle más famosa de la ciudad, es perderse entre galerías, cafés y tiendas de artesanías. Este corredor conecta Santo Domingo con el Zócalo y concentra la esencia de Oaxaca: música en vivo, mercados cercanos y sabores únicos como el chocolate de agua o el pan de yema.
3. Barrios de Jalatlaco y Xochimilco
Si te gusta el arte urbano, estos dos barrios son paradas obligadas. Jalatlaco es un lienzo al aire libre lleno de murales y cafeterías pintorescas, mientras que Xochimilco conserva el encanto de la Oaxaca antigua, con su acueducto colonial y talleres de artesanos. Ambos reflejan el espíritu creativo que ha hecho famosa a esta ciudad.
4. Monte Albán, el origen zapoteco
A solo unos minutos del centro, este sitio arqueológico declarado Patrimonio de la Humanidad te transporta a la antigua civilización zapoteca. Desde sus pirámides, se observan los Valles Centrales de Oaxaca en todo su esplendor. Recorrerlo con un guía local permite entender el valor simbólico y espiritual que aún late en estas ruinas milenarias.
5. Mercado 20 de Noviembre y Pasillo de Humo
Ningún viaje a Oaxaca está completo sin probar su cocina. En el Mercado 20 de Noviembre se concentran los aromas más intensos: tlayudas, tamales, moles y carnes asadas que llenan el famoso Pasillo de Humo. Es un sitio para comer con las manos, reír con los locales y dejar que el mezcal acompañe cada bocado.
6. Hierve el Agua
Estas cascadas petrificadas son una joya natural formada hace miles de años. Sus pozas de agua mineral se convierten en el lugar perfecto para relajarse y admirar el paisaje. Además, en los alrededores encontrarás palenques artesanales donde productores locales explican cómo el agave se transforma en mezcal.
7. Ruta del Mezcal
Para los amantes del buen mezcal, esta ruta es imprescindible. En Santa Catarina Minas puedes visitar el palenque Lalocura, donde se conserva la destilación tradicional en ollas de barro. Y si buscas arte, San Martín Tilcajete te espera con sus talleres de alebrijes, figuras de madera llenas de color y misticismo. Ambas paradas resumen la esencia oaxaqueña: tradición, arte y sabor.
Oaxaca es un destino que se vive con los cinco sentidos. Cada templo, mercado o copa de mezcal cuenta una historia de resistencia y creatividad. Si hay un lugar donde la cultura mexicana se siente más viva que nunca, es aquí, entre el aroma del agave, el color de sus muros y la calidez de su gente.