Este 4 de septiembre de 2025, Italia y el mundo se despidieron de Giorgio Armani, uno de los grandes nombres de la moda mundial. A los 91 años, el creador que revolucionó la forma de vestir y levantó un emporio reconocido en todo el planeta falleció en Milán. Pero antes de convertirse en leyenda, Armani tuvo una infancia marcada por la sencillez y la guerra en una ciudad del norte de Italia que lo vio nacer y crecer: Piacenza.
Armani llegó al mundo el 11 de julio de 1934 en Piacenza. Fue hijo de María Raimondi, cuya elegancia al vestir marcó profundamente su inspiración, y de Ugo Armani, contador en una empresa de transportes con raíces armenias. Creció junto a su hermano Sergio y su hermana Rosanna. La infancia no fue fácil: la Segunda Guerra Mundial dejó huellas profundas y, de hecho, un accidente con un proyectil sin detonar le provocó graves quemaduras. Esas dificultades y resiliencia moldearon al hombre que años después cambiaría la moda.
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Con una carrera de más de cinco décadas, Armani creó un estilo propio que trascendió las pasarelas. Transformó la sastrería masculina y dio nueva vida al traje clásico, mientras que en la alta costura supo vestir a estrellas de Hollywood y a personalidades de la cultura. Desde 1973, cuando fundó su marca, logró una conexión entre moda y cine que pocos diseñadores alcanzaron. Su legado se traduce en elegancia sobria y atemporal.
Hoy, si quieres acercarte un poco más a sus raíces, Piacenza es la ciudad a la que deberías mirar. Ubicada en Emilia-Romaña, con poco más de 100 mil habitantes, está rodeada por paisajes atravesados por el río Po y los montes Apeninos. Se le conoce como “tierra de paso” porque históricamente fue un cruce estratégico entre Lombardía, Liguria y el Piamonte, algo que influenció su carácter y cultura.
Piacenza: El lugar que vio nacer a Giorgio Armani
Caminar por Piacenza es para conocer increíbles palacios, plazas y calles con siglos de historia. La Piazza dei Cavalli es uno de esos lugares que te dejan con la boca abierta: en medio se levantan las estatuas ecuestres de los Farnesio, familia que gobernó la zona durante siglos. A su alrededor se alza el Palazzo Gotico, un edificio medieval que aún hoy transmite el espíritu de autogobierno que caracterizó a la ciudad.
Otro punto obligado es el Palacio Farnese, una construcción monumental del siglo XVI. Aunque nunca llegó a completarse, su magnitud refleja el poder de la dinastía que lo mandó a edificar. Hoy en su interior funcionan museos que exhiben desde arte renacentista hasta piezas arqueológicas.
La catedral de Piacenza, dedicada a Santa María de la Asunción y Santa Justina, puede sorprenderte si decides entrar. Su fachada románica, levantada con mármol rosado, no es lo único interesante: al subir a la cúpula podrás apreciar frescos de artistas como Guercino de una forma muy cercana. Es una de esas experiencias que revelan la fuerza del arte italiano en ciudades fuera del circuito turístico más masivo.
La ciudad también guarda tesoros más recientes, como la Galería de Arte Moderno Ricci Oddi. Allí se exhiben obras de los Macchiaioli, de Giovanni Boldini y hasta de Gustav Klimt. Si disfrutas del arte, es un espacio que te permite ver cómo Piacenza supo absorber influencias de diferentes épocas y corrientes.
Y no puedes pasar por Piacenza sin probar su gastronomía. Entre embutidos como la pancetta y la coppa, los pisarei e fasö —un plato de pasta con frijoles— o los vinos con denominación Colli Piacentini, vas a entender por qué la cocina local tiene tanta personalidad. Esa combinación de sabores fue también parte del entorno en el que creció Armani, un diseñador que, desde esta ciudad italiana, llegó a enamorar al mundo con su estilo.