Aunque el mole poblano tiene su propio día, con una feria dedicada a este platillo desde 1991 y el 7 de octubre proclamado como el Día Estatal del Mole en Puebla por el Congreso de ese estado, también está estrechamente relacionado con la celebración de la Independencia de México.
Al igual que el emblemático chile en nogada, otro platillo representativo de la cocina poblana, y el pozole, que aunque se disfruta durante todo el año, es especialmente típico en las fiestas patrias, el mole es una preparación que suele estar presente en temporadas festivas.
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El origen del mole
La historia del mole está íntimamente ligada a la historia de los chiles, uno de los ingredientes más importantes de la gastronomía mexicana. Aunque no existe una fecha exacta para la creación de este platillo, los primeros registros escritos sobre él se encuentran en uno de los textos más significativos acerca de los mexicas y otros pueblos nativos de lo que hoy es México: la Historia general de las cosas de Nueva España. En este libro, Bernardino de Sahagún describe un guiso que los mexicas ofrecían a Moctezuma, elaborado con chiles y especias, y que denominaban chilmulli.
Hoy en día, se reconocen más de 50 tipos de mole, con Puebla y Oaxaca siendo los estados más asociados a este delicioso platillo, aunque sus variaciones se disfrutan en todo el territorio nacional. Durante las fiestas patrias, el mole negro y el mole poblano son los más populares.
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Además de su origen prehispánico, el mole poblano también tiene una crónica que data del siglo XVII. Según esta historia, una monja dominicana llamada Andrea de la Asunción, en el convento de Santa Rosa en la ciudad de Puebla, creó el platillo para el virrey Tomás Antonio de Serna, a quien buscaba sorprender en su paso por la ciudad.
Finalmente, existe una tercera versión que atribuye la creación del mole poblano a la presencia de Juan de Palafox, quien en ese momento era Virrey de Nueva España y obispo de Tlaxcala con sede en Puebla de los Ángeles. Según esta versión, durante una visita a un convento en Puebla, el cocinero encargado del banquete, fray Pascual, se encontraba tan nervioso que, al mezclar diversos ingredientes en una cazuela con guajolotes, accidentalmente creó una mezcla que gustó tanto a los comensales que se convirtió en un clásico.