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El destino de Campeche donde en Día de Muertos se limpian los huesos de los difuntos

Una tradición maya mantiene vivos los recuerdos en Campeche: familias transforman noviembre en un encuentro lleno de memoria y afecto

Esta tradición es muy única en Pamuch, Campeche.Créditos: Freepik hecha con Inteligencia Artificial / Ilustrativa
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En el pequeño poblado de Pomuch, Campeche, el Día de Muertos es muy distinto al de otros destinos del país. El Día de Muertos, por sí mismo, es una celebración que pone los ojos internacionales en México por su singularidad, pero en Pomuch es aún más inusual. ¿Por qué? En Pomuch se lleva a cabo un ritual que puede generar un primer impacto fuerte: limpiar los huesos de los difuntos. Es un acto íntimo, lleno de cariño, que une a las familias con aquellos que ya no están en vida, pero que siguen siendo parte de la comunidad.

Cada año, en los días previos al 1 de noviembre, el panteón de Pomuch se llena de colores vivos. Los nichos están pintados en tonos verdes, rosas, azules o similares, y en ellos descansan pequeñas cajas de madera. Dentro de esas cajas no hay retratos ni objetos, sino los restos óseos de las personas queridas. Antes de la celebración, los familiares llegan con pinceles, manteles bordados y flores para iniciar la limpieza de los huesos.

El ritual es conocido como Choo Ba’ak y consiste en extraer cuidadosamente los huesos, limpiarlos con respeto y acomodarlos de nuevo en su caja. Todo inicia por el cráneo y termina en los pies, siguiendo siempre el mismo orden para que el siguiente año se repita igual. Esta costumbre tiene raíces mayas y ha sobrevivido al paso del tiempo.

No es un acto solemne ni triste. Durante la limpieza, muchos aprovechan para platicar con el difunto, recordarle anécdotas o ponerlo al tanto de lo que ha pasado en la familia. Los huesos se cubren con manteles bordados que cambian cada año, como si se tratara de ropa nueva. Así, la memoria de los difuntos no se estanca: se renueva constantemente con amor y dedicación.

Panteón de Pomuch en Día de Muertos. Foto: Cuartoscuro, Michael Balam Chan.

El Hanal Pixán en Pomuch, Campeche

A la par de esta tradición, en Pomuch también se prepara el Hanal Pixán, un ritual en honor a las almas. Uno de los platillos más esperados es el pibipollo, un tamal gigante relleno de carne y salsa roja, envuelto en hojas de plátano y cocinado bajo tierra. El momento en que se comparte este platillo es una manera de convivir con los muertos, de invitarles a la mesa como siempre se hacía en vida.

Caminar por el cementerio de Pomuch en estas fechas es como entrar en una ciudad pequeña hecha de colores y recuerdos. Las cajas se colocan en nichos abiertos, muchas veces en torres de varios pisos, y quedan siempre visibles. No se esconden detrás de mármoles fríos, al contrario, los huesos permanecen a la vista, limpios, cuidados y rodeados de flores frescas. Es una forma de decir que los difuntos siguen presentes en la vida cotidiana.

Aunque para alguien ajeno pueda sonar extraño, para la gente de Pomuch no hay nada macabro en este acto. Al contrario, lo viven como una muestra de cariño. Se cree que si un difunto no recibe este cuidado, su espíritu puede sentirse olvidado y molestar a los vivos. Así, la tradición funciona también como un recordatorio de la importancia de no abandonar a quienes ya partieron.

Pomuch, Campeche en Día de Muertos. Créditos: Cuartoscuro / Michael Balam Chan.

Un ritual que forma parte del Patrimonio Cultural

El ritual fue reconocido en 2017 como Patrimonio Cultural del estado de Campeche, lo que marca su valor histórico y cultural. Más allá de reconocimientos oficiales, lo que mantiene vivo al Choo Ba’ak es la fuerza de la costumbre, transmitida de padres a hijos, y la convicción de que limpiar huesos no es un acto lúgubre, sino una manera de seguir compartiendo con quienes ya no están en el plano de los vivos.

Si alguna vez visitas Pomuch durante el Día de Muertos, verás que este ritual no causa miedo, sino ternura. Es una celebración en la que conviven la nostalgia y la alegría, en la que se cruzan aromas de pan recién horneado, velas encendidas y pibipollo caliente. Un recordatorio de que la muerte, al menos en este rincón de Campeche, no rompe la convivencia entre vivos y muertos, sino que la mantiene viva año con año.