Hablar del vino mexicano es hablar de una industria que ha tomado fuerza, historia y prestigio en diferentes regiones del país. Aunque Baja California es el corazón de la producción, el mapa vitivinícola mexicano se ha expandido y hoy incluye estados del norte, centro y hasta el sur, con viñedos que surgen incluso en lugares poco esperados. Esta diversidad ha dado lugar a propuestas que entretejen sabores, técnicas y tradiciones para sorprender a quienes disfrutan de una copa bien servida.
Durante siglos, México ha cultivado uvas y elaborado vino, desde las primeras cepas que llegaron con la conquista hasta los viñedos experimentales que brotan hoy en lugares como Quintana Roo. Algunas bodegas llevan más de cuatrocientos años produciendo etiquetas que han logrado reconocimiento fuera del país. Otras, en cambio, son proyectos jóvenes que apuestan por lo artesanal y lo natural, atrayendo nuevos públicos con propuestas innovadoras.
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Más allá de las cifras y los premios, lo interesante está en cómo el vino ha logrado convertirse en una experiencia que se vive con los sentidos: el sabor de una etiqueta, el aroma de una cava, el paisaje de un viñedo al atardecer. De ahí que el turismo enológico esté en auge. Cada vez más personas viajan en busca de viñedos para recorrerlos, aprender del proceso y, claro, brindar en el lugar donde nace la magia.
¿Dónde tomar buen vino mexicano?
Algunos Pueblos Mágicos tienen la posibilidad de disfrutar del vino de una forma cercana y con la calidez que solo un pueblo puede brindar. Visitar estos destinos no es solo una oportunidad para degustar una copa, sino para conocer sus historias, hablar con sus productores y entrar con respeto en su cultura. Además, suelen combinar el vino con otras delicias regionales, lo cual siempre es un punto extra.
Por eso, si estás buscando rutas del vino sin tener que cruzar el país entero, hay tres Pueblos Mágicos donde esta bebida es parte de la escencia del lugar. Cada uno tiene su personalidad, su historia y su clima, pero todos comparten la pasión por el vino y por crear experiencias memorables para quienes llegan con curiosidad y buen paladar. Aquí te contamos cuáles son y qué puedes esperar de cada uno.
Tequisquiapan, Querétaro
A solo unas horas de la Ciudad de México, Tequisquiapan es uno de los referentes del vino en el centro del país. Además de sus calles coloridas y plazas arboladas, encontrarás acceso a viñedos como La Redonda o Freixenet, con recorridos y degustaciones para todos los niveles de experiencia. Aquí el vino espumoso es el rey, y su feria del queso y el vino es ya una tradición que reúne a miles de personas cada año. La región recientemente obtuvo la Indicación Geográfica Protegida, un sello que garantiza calidad y vínculo con el territorio.
Tecate, Baja California
En la entrada norte del país, Tecate guarda un secreto bien cuidado: es una puerta alternativa a la famosa ruta del vino de Baja California. Aquí puedes encontrar etiquetas únicas que solo se venden localmente. Es un lugar tranquilo, de ritmo pausado y buen clima, donde se puede comer bien, beber mejor y explorar lugares como La Rumorosa o el Cerro Cuchumá.
Parras de la Fuente, Coahuila
Cuna del vino en América, Parras es historia líquida. Aquí se encuentra Casa Madero, la bodega más antigua del continente, fundada en 1597. Pero además de sus viñedos centenarios, este pueblo tiene una energía especial. Desde su arquitectura hasta sus leyendas locales, todo te invita a quedarte más tiempo. Puedes explorar bodegas como Don Leo o Rivero González, y luego relajarte en sus manantiales, caminar por sus calles de piedra y aprender por qué este lugar ha sido parte fundamental en la historia del país y del vino mexicano.