Uno de los símbolos que hacen parte de la construcción de la identidad mexicana es, sin duda, el tequila. En Jalisco hay un Pueblo Mágico entre montañas y campos de agave llamado justamente Tequila, y es el lugar donde nació la bebida que lleva su nombre y donde todavía circulan leyendas respecto al origen de la bebida.
La historia más famosa habla de Mayahuel, una deidad mexica relacionada con el agave. De acuerdo con la versión más popular de la leyenda, ella vivía en el cielo bajo la estricta vigilancia de su abuela, una de las temidas Tzitzimime. El rumbo de la historia cambió cuando Ehécatl, el dios del viento, vio a Mayahuel y quedó cautivado. Decidido a estar con ella, la convenció de escapar para vivir su amor en la Tierra.
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Ambos se transformaron en un árbol de dos ramas entrelazadas para no ser descubiertos. Pero la abuela de Mayahuel, furiosa, los encontró y rompió la parte de la joven diosa en pedazos. Los demonios devoraron sus restos y Ehécatl, destrozado, la enterró con la esperanza de que algo de ella sobreviviera.
De aquel lugar brotó la primera planta de agave. Sus hojas azuladas comenzaron a extenderse por los campos de la región como símbolo de vida y memoria. Tiempo después, una tormenta encendió las plantas con un rayo y el fuego liberó un jugo dulce y aromático que los habitantes probaron. Así nació el primer tequila, considerado un regalo divino de Mayahuel. ¿No es la historia perfecta para contar en una reunión entre margaritas, palomas o shots de tequila?
El viaje al corazón del tequila: destilerías y leyendas
Con el paso del tiempo el tequila se fue transformando gracias a la destilación. Ese proceso permitió que el jugo del agave se convirtiera en algo más fuerte que el pulque. Desde entonces, el tequila se ha hecho de diferentes formas hasta convertirse en el destilado más representativo de México, con denominación de origen reconocida en distintos estados.
El paisaje agavero del Pueblo Mágico Tequila tiene más de 34 mil hectáreas y fue declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 2006. Caminar entre sus hileras es encontrarse con un mar de plantas azuladas que parecen no terminar. Allí coexisten destilerías artesanales con otras de gran producción, todas guardando técnicas heredadas a lo largo del tiempo.
El pueblo también sorprende con lugares culturales y naturales. Puedes visitar el Museo Nacional del Tequila, el Centro Cultural Juan Beckmann Gallardo o la parroquia de Santiago Apóstol. Si prefieres algo al aire libre, la cascada Los Azules o el volcán de Tequila son experiencias que se quedan en la memoria.
Nada se compara con entrar a una fábrica y ver todo el proceso del tequila. Desde la jima hasta la degustación, es un recorrido que abre los sentidos. Muchos viajeros también optan por recorrer los campos a caballo o pasar la noche en un hotel como La Cofradía, que tiene su propia destilería dentro de las instalaciones.
Beber un caballito en Tequila es brindar con la historia de un pueblo, de increíbles mitos, tradiciones y cultura. No solo se destila agave, también se destilan relatos vivos en la memoria de la gente. La próxima vez que vayas a brindar con tequila comparte esta increíble leyenda con quienes te rodean.