DÍA DE MUERTOS

Día de Muertos 2025: La leyenda del Mictlán, el sitio del descanso eterno en México

Entre sombras, ríos y montañas de obsidiana, el Mictlán guarda el misterio del descanso eterno. Su historia ancestral dio vida al Día de Muertos, la fiesta más luminosa de México.

Día de muertos.La leyenda del MictlánCréditos: twitter
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En el corazón del México antiguo, la muerte nunca fue un final, sino el inicio de un viaje. Los pueblos mexicas creían que al morir comenzaba una travesía hacia el Mictlán, el “lugar de los muertos”, un espacio sagrado donde el alma debía superar pruebas hasta alcanzar la paz eterna.

No existía el castigo ni el juicio, sino un proceso de purificación espiritual que duraba cuatro años, el mismo tiempo que un cuerpo tarda en convertirse en huesos. Para los mexicas, el Mictlán representaba el equilibrio entre la vida y la muerte, una parte esencial del ciclo natural del universo. Allí reinaban los dioses Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, señor y señora del inframundo, quienes recibían a las almas y les concedían el descanso eterno.

La travesía no era sencilla, los muertos debían cruzar ríos turbulentos, enfrentar vientos helados y montañas que se cerraban, acompañados solo por su fiel guía, el xoloitzcuintle, el perro sin pelo que ayudaba a las almas a llegar a su destino.

El camino hacia el Mictlán estaba dividido en nueve niveles, cada uno con un reto distinto. El primero era cruzar el río Chiconahuapan, ayudado por un xolo de color pardo, símbolo de lealtad y compañía. Luego, los muertos enfrentaban cerros que se juntaban, montañas cubiertas de obsidiana y vientos tan fríos que arrancaban la carne, hasta que el alma quedaba libre de todo lo terrenal. En el último nivel, Chicunamictlán, Mictlantecuhtli los recibía con la frase: “han terminado tus penas, vete pues, a dormir tu sueño mortal”.

El Mictlán y su conexión con el Día de Muertos

La leyenda del Mictlán dio origen a una de las tradiciones más queridas de México, el Día de Muertos. Los antiguos aztecas creían que durante ciertas fechas, las almas podían regresar al mundo de los vivos para visitar a sus seres queridos. Esa idea ancestral se transformó, siglos después, en los altares adornados con flores de cempasúchil, veladoras y ofrendas que hoy iluminan los hogares cada noviembre.

Los caminos de pétalos de cempasúchil simbolizan la ruta que las almas siguen desde el Mictlán para volver a casa, del mismo modo que en la leyenda los muertos caminaban entre montañas y ríos hasta reencontrarse con sus dioses. Las ofrendas, con pan, frutas y agua, representan los tributos que se entregaban a Mictlantecuhtli como señal de gratitud y respeto. Cada vela encendida, cada aroma de copal, es una forma de decirle al alma: “te recordamos, vuelve a visitarnos”.

Un legado que sigue vivo

Hoy, recordar el Mictlán es mantener viva la esencia del Día de Muertos. Esta antigua creencia demuestra que los mexicanos nunca vieron la muerte como algo temible, sino como un viaje de regreso al origen. Entre las luces del altar y las sombras del más allá, el espíritu del Mictlán continúa latiendo.

Cada ofrenda, cada flor, es una promesa de reencuentro. Porque, como creían los mexicas, morir no es desaparecer, es volver al punto donde todo comenzó, en ese sitio sagrado donde la eternidad tiene nombre propio.