Michoacán esconde historias tan sorprendentes como emotivas. En medio de escenarios volcánicos, localidades abandonadas y enormes represas, emergen ruinas que parecen salidas de una leyenda, antiguos templos que aún se alzan parcialmente, aunque la naturaleza los haya intentado borrar.
Desde lejos, apenas se perciben algunas paredes o una torre solitaria, pero lo que yace detrás son relatos de desarraigo, tragedia y resistencia. No fueron estructuras olvidadas por casualidad. Varias quedaron sepultadas por la actividad volcánica o fueron cubiertas por las aguas tras la construcción de presas. También hay casos donde los movimientos del suelo las tragaron sin aviso.
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En la actualidad, siguen siendo símbolos visibles de una memoria colectiva que no se rinde. Estas iglesias sumergidas conmueven no solo por su estado actual, sino también por lo que representan la fuerza de pueblos que se reconstruyeron desde la nada, conservando su fe a pesar de todo.
Aún hoy, sus pobladores mantienen vivas las tradiciones religiosas, ya sea entre cenizas o rodeados de agua. Aquí te compartimos el relato de tres capillas michoacanas que aún siguen dando señales de vida; San Juan Parangaricutiro, Churumuco y Tlalpujahua.
Iglesias de Michoacán destruidas naturalmente
Churumuco
En la localidad de Churumuco se encuentra una construcción religiosa del siglo XIX que quedó cubierta por las aguas desde 1965, debido a la edificación de la presa conocida como El Infiernillo. Este recinto, por donde pasó el sacerdote José María Morelos, logra asomarse en los periodos donde el caudal disminuye y el embalse retrocede, dejando al descubierto su silueta.
Durante la mayor parte del año, únicamente sobresalen la torre y parte de la fachada principal. Aunque permanece bajo el agua la mayor parte del tiempo, el edificio conserva su forma y se ha convertido en un punto de interés para los visitantes. Es posible acercarse a bordo de una embarcación, y en las temporadas secas, recorrer sus restos a pie.
San Juan Parangaricutiro
Durante el año 1943, un fenómeno inesperado transformó la vida de los habitantes de una zona agrícola, el Paricutín surgió en medio de tierras de cultivo, destruyendo comunidades enteras, incluida San Juan Parangaricutiro. Aunque el flujo ardiente sepultó casi todo, la iglesia dedicada al Señor de los Milagros logró mantenerse en pie. Aún es posible ver su torre y parte del altar, sobresaliendo entre un paisaje de piedra volcánica solidificada, como emblema de una devoción que no se rinde.
Los sobrevivientes se trasladaron y fundaron lo que hoy se conoce como Nuevo San Juan Parangaricutiro. A pesar de la mudanza, miles de personas llegan cada año hasta el sitio original, atravesando campos de lava petrificada para encontrarse con las ruinas del templo. Este lugar no tiene comparación en ningún otro rincón del planeta: una construcción religiosa atrapada en el corazón de una erupción, aún respetada por creyentes y curiosos.
Tlalpujahua
Dentro de este Pueblo Mágico, célebre por la elaboración artesanal de adornos navideños, se esconde un sitio inusual. En ese lugar, la torre del antiguo templo dedicado a la Virgen del Carmen permanece en pie, como el único vestigio tras el colapso ocurrido en 1937. En ese momento, los materiales contaminantes provenientes de la mina Dos Estrellas arrasaron con el barrio Del Carmen, incluida su capilla principal.
Actualmente, luego de varios trabajos de recuperación, es posible apreciar secciones del suelo original de la iglesia, ubicado a varios metros bajo el nivel actual. Realizar el recorrido acompañado por guías ayuda a dimensionar cómo afectó esta tragedia a los habitantes de la zona. A su vez, el yacimiento minero fue acondicionado como un centro museístico, donde se expone todo el pasado de la región.