El Centro Histórico de la Ciudad de México alberga numerosos rincones con historias fascinantes, pero uno en particular suele pasar desapercibido a pesar de su inusual belleza y su excepcional origen. Nos referimos al Mercado Abelardo L. Rodríguez, un lugar completamente innovador para su época que sigue en pie después de 90 años desde su inauguración.
El principal atractivo de este lugar son los impresionantes 1500 metros cuadrados de murales, los cuales llevaron 2 años en completarse, desde 1934 hasta 1936. Además de su magnitud, su arquitectura y los detalles de sus acabados son destacables, como la herrería de forja, sus esculturas y más. Este espacio, que va más allá de ser un mercado, alberga una variedad de ambientes, convirtiéndose en uno de los secretos mejor guardados de la ciudad, que la embellecen a gran escala.
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Teatro, biblioteca, guardería, mercado y más
Este recinto, que ocupa una superficie de 14,500 metros cuadrados y que tiene diferentes edificaciones, alberga además de la zona comercial que tiene más de 300 locales de alimentos, comida preparada, ropa, entre otros; también alberga la Biblioteca Central Delegacional Jesús Silva Herzog, el Bachillerato Universitario Teatro del Pueblo, el Teatro Cívico Álvaro Obregón, también llamado Teatro del Pueblo y diferentes recintos para servicios culturales, médicos e incluso una guardería.
El sitio fue inaugurado el 24 de noviembre de 1934 como parte de los proyectos posteriores a la Revolución, los cuales tenían como objetivo mejorar la calidad de vida de los habitantes de la ciudad y generar empleos. La inauguración, que contó con una gran asistencia, fue presidida por los mandatarios de la época: Abelardo L. Rodríguez, quien estaba por concluir su presidencia el 30 de noviembre, y su sucesor, Lázaro Cárdenas.
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Este magnífico complejo arquitectónico fue edificado sobre la estructura de dos importantes colegios, conservando sus características originales en la fachada neocolonial. Sin embargo, en su interior, se fusionan una variedad de estilos, que van desde el Belle Époque, Art Nouveau y Art Deco hasta elementos funcionales y barrocos. Esta ecléctica combinación de estilos, única en su género, confiere al mercado una atmósfera singular y distintiva.
Los murales del Mercado Abelardo L. Rodríguez
Este mercado ha sido y sigue siendo único en su género, ya que desde su concepción se pensó como un espacio donde la decoración principal recaería en los murales. Aunque no estuvieron presentes en su inauguración, para 1936 se completaron los murales después de dos años de trabajo a cargo de un destacado equipo de 10 artistas. Entre ellos se encontraban algunos discípulos de Diego Rivera.
El movimiento muralista, distintivo de México, respondió a diversas luchas sociales que se desarrollaron durante la Revolución Mexicana, abordando temáticas laborales, artísticas y sociales. Una de las ideas fundamentales detrás de este movimiento era que el arte no debería ser exclusivo de las clases altas que tenían acceso a los museos, sino que debía estar presente en espacios públicos y servir al pueblo. Esta filosofía se refleja claramente en este mercado, que además fue pionero al incluir una guardería para sus trabajadores.
Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México
En 2016, el mercado fue declarado Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México por el Gobierno local. Este reconocimiento también lo comparten otros mercados emblemáticos como el de Sonora o el de la Merced, lo que garantiza la preservación de las manifestaciones culturales y tradiciones que los caracterizan.
Lamentablemente, en la actualidad, muchos de los murales y obras del poco conocido pintor J. Campos W., quien se encargó de la parte del Teatro del Pueblo, han sufrido daños ocasionados por sismos, humedad y diversas condiciones adversas. Estas obras presentan una crítica social a la desigualdad y la explotación de obreros y campesinos, así como escenas de la vida cotidiana impregnadas de una sólida identidad nacional.