En cualquier lista de imprescindibles en la CDMX, el Palacio de Bellas Artes ocupa un lugar fundamental. Este imponente edificio, con su impresionante belleza tanto exterior como interior, ha sido escenario de algunos de los eventos culturales más importantes del país. Su construcción comenzó en 1903 y finalizó en 1934, marcando una era dorada en la cultura mexicana.
Uno de los elementos que más curiosidad y leyendas despierta es la cúpula del Palacio, una obra del escultor húngaro Géza Maroti. En esta cúpula, se encuentran cuatro esculturas de mujeres aladas, tomadas de las manos, y por encima de ellas, el símbolo nacional del águila devorando una serpiente. Aunque circulan diversas leyendas sobre la identidad de estas figuras, la interpretación oficial es que representan: el drama, el drama lírico, la tragedia y la comedia.
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¿Qué tipo de arquitectura caracteriza al Palacio de Bellas Artes?
La historia de la construcción del Palacio de Bellas Artes está llena de momentos interesantes y desafíos. El proyecto formó parte de la ambiciosa urbanización emprendida por el presidente Porfirio Díaz para conmemorar el primer centenario de la Independencia. Aunque se esperaba que la construcción durara solo unos pocos años, el estallido de la Revolución Mexicana en 1910 interrumpió el avance. El arquitecto original, el italiano Adamo Boari, regresó a Italia en 1916, dejando el proyecto inconcluso.
Fue hasta 1932 que el presidente Pascual Ortiz Rubio retomó el proyecto, encargándolo al arquitecto mexicano Federico Mariscal. Finalmente, en 1934, el Palacio de Bellas Artes fue inaugurado por el entonces presidente Abelardo L. Rodríguez con la obra teatral La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón.
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Los tropiezos en su construcción generaron una confluencia de estilos artísticos únicos, en su interior el art decó es el que predomina pero con destellos de arte nacional e influenciado por la cultura mexicana, mientras que su exterior los estilos predominantes son el art nouveau y el neoclásico.
El Palacio de Bellas Artes es un verdadero tesoro cultural, repleto de elementos únicos como el gran telón antifuego, el único de su tipo en un teatro de ópera a nivel mundial. Sus vitrales, murales, diversas salas y esculturas convierten cada rincón del edificio en una obra de arte digna de admiración.