Para cerrar el año me escapé con Luna, obviamente nombrada por mi amor a la luna. Es una dálmata de casi dos años, inquieta y curiosa
Como dueña de perros (más bien es como si ellos fueran mis dueños) he descubierto que llevar a nuestro amigo de cuatro patas a un viaje mejora la calidad del mismo, en lugar de limitar su alcance. La presencia de un perro fomenta las conexiones con los demás a lo largo del camino, te obliga a reducir la velocidad y saborear el viaje, y forja lazos inquebrantables entre tú y la mascota.
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El destino era la riviera oaxaqueña así que un viaje de carretera que normalmente sería de nueve horas se convirtió en uno más largo, casi de 12 horas, con muchas aventuras.
Luna, llego a mi vida cuando mi madre fue diagnosticada con cáncer. Tuvimos que recogerla de su mamá cuando apenas tenía un mes. Tengo recuerdos de ella dormida junto a mi mami, acurrucada dándonos mucho confort durante su enfermedad y aún más con su pronta partida.
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Luna es un espíritu libre, alegre, ama a la gente y más a los niños. Besa y saluda a todo el mundo y huye de los perros y el conflicto. Odia el coche y no le gusta quedarse sola. Ama a su manada y es la luz de los ojos de mis hijos. Debo decir que viajar con un perro al que no le gusta el auto, fue retador porque requirió de muchas estrategias para lograr mantenerla tranquila y que nadie en el auto saliera corriendo.
Llevo tres años seguidos haciendo ese recorrido anual y nunca me había dado cuenta de todo lo que había para llegar a él, tuvimos incontables paradas al baño y a estirar las piernas, nos detuvimos ante paisajes deslumbrantes, comimos en pueblos que no conocíamos y de verdad delicioso desde tlayudas recién hechas, pescado y cocteles de mariscos frescos, hasta descubrimos un puesto de frutas donde probé las mejores sandías de la región. Todo mientras mi dálmata caminaba, olisqueaba y se volvía el centro de atención de las personas que platicaban con nosotros y compartían historias.
Nuestro viaje fue inolvidable, hacer recorridos por la playa con ella, reírnos ante su primer enfrentamiento con el mar y su miedo a mojarse, caminar en los atardeceres a la orilla del mar mientras ella perseguía cangrejos y corría libremente, es una experiencia que valió cada minuto. Goce su primera subida en panga, cuando nado en la laguna, a sus nuevos amigos perros y humanos y la forma en la que interactuó que hizo que tuviéramos una conexión aún más especial con el lugar, Chacahua de mi corazón.
Viajar con tu perro puede ser una experiencia transformadora. Es hermoso estar con un ser que lo único que quiere es tu compañía y que te transmite amor incondicional, te alegra y te llena el corazón. Porque no hay mayor privilegio en esta tierra que ser amado por un perro.