En el centro del estado de Michoacán se levanta una maravilla geológica que parece salida de un relato imposible. En 1943, mientras trabajaba la tierra, un campesino fue testigo de un evento extraordinario: el surgimiento repentino de un volcán que transformaría el entorno para siempre. Así nació el Paricutín, considerado el cráter más reciente del planeta.
En cuestión de instantes, el suelo se partió y empezó a expulsar fuego, gases y rocas incandescentes. El ruido ensordecedor llegó hasta comunidades lejanas, y los residentes cercanos apenas tuvieron tiempo para huir. Dos pueblos fueron sepultados completamente. De uno de ellos, aún puede verse una torre eclesiástica emergiendo entre los restos endurecidos.
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Lo más sorprendente de este coloso no fue solo su origen reciente, sino la rapidez con la que creció, en tan solo cuatro jornadas alcanzó una altitud de 60 metros, y al cumplir un año ya medía más de 300. En menos de diez años, alcanzó su silueta definitiva y entró en una pausa que aún permanece. A pesar de estar inactivo, sus alrededores aún emanan calor.
A diferencia de otras montañas volcánicas, el Paricutín fue documentado desde el inicio, lo que lo hace valioso para el estudio científico. Su aparición dejó una huella imborrable en la región y es actualmente un destino turístico que fascina tanto por su historia como por su paisaje.
Un paisaje entre ruinas y calor volcánico
Una de las vivencias más intensas que ofrece esta zona es visitar lo que queda del viejo San Juan Parangaricutiro. En ese sitio, las erupciones cubrieron casi por completo el poblado, y solo parte del templo logró resistir y quedar al descubierto. Esta imagen desoladora, envuelta en silencio, deja una impresión profunda en los visitantes y es uno de los escenarios más retratados por turistas.
Los que se aventuran a recorrer a pie o a caballo la superficie endurecida de lava descubren que aún hay señales del calor subterráneo. Algunas fisuras expulsan vapor constante, y hay áreas donde las rocas siguen tan calientes que podrían usarse como parrilla natural. Esta combinación de elementos hace del trayecto una experiencia única para todos los sentidos.
Cómo llegar y qué tener en cuenta
Visitar el Paricutín no implica grandes complicaciones. Partiendo desde Morelia, se toma dirección a Uruapan y se continúa hasta llegar a Angahuan, un poblado purépecha que brinda servicios de hospedaje, paseos a caballo y acompañamiento de expertos de la zona.
Si bien hay trayectos más simples, es clave ir con buena preparación, el suelo es de origen volcánico y, aunque existen senderos delimitados, el recorrido requiere energía física. Es importante llevar líquidos, sombrero o gorra, y vestimenta cómoda, ya que el clima suele ser cálido y con ráfagas de viento.